Merecemos la extinción. Cuando se revisa todo el daño que las personas hemos causado al planeta, especialmente en el último siglo, una frase como esa no suena tan exagerada o absurda. Más aún si se considera la oferta menguada de alimentos en muchas regiones por la pérdida creciente de tierras aptas para el cultivo debido al impacto de las actividades humanas.
Esto contrasta con el aumento sostenido de la población mundial, que se estima bordearía los 10 mil millones en 2050.
Al respecto, datos recientes aportados por la ONU revelan que una tercera parte de las tierras agrícolas están degradadas, hasta el 75% de la diversidad genética de los cultivos se ha perdido y el 22% de las razas de ganado están en riesgo. Para peor, más de la mitad de las poblaciones de peces están plenamente explotadas.
¿Cómo asegurar, entonces, el alimento a una población en constante alza?
Según muchos científicos, aprovechando al máximo los avances tecnológicos, pero con pleno respeto al entorno natural y humano. Por ejemplo, como ya lo hacen muchas empresas, usando drones y monitoreando de modo permanente los campos. Lo anterior, para visualizar dónde hay falta de agua y suministrarla en las cantidades precisas, o descubrir en qué cultivos hay riesgos de plagas y aplicar los agroquímicos adecuados en las plantas concretas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) plantea que la respuesta a esa gran interrogante está en la agricultura sostenible, o sea, en aquella que garantiza la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, promueve ecosistemas saludables y contribuye a la gestión sustentable de la tierra, el agua y los recursos naturales.
A Nivel Local
Buscando hacerse cargo de tan enorme desafío en Chile, el Ministerio de Agricultura, a través de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), presentó recientemente la denominada Estrategia de Sustentabilidad Agroalimentaria. La iniciativa pretende que, al año 2030, este sector productivo sea reconocido como “un proveedor de alimentos producidos de forma sustentable para Chile y el mundo, comprometido con las personas, las comunidades, el entorno y el desarrollo de las economías locales”.
Los lineamientos de la Estrategia, cuyo objetivo también es contribuir al logro de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), deben traducirse ahora en medidas concretas que permitan al rubro ser cada vez más sustentable y competitivo, contribuyendo positivamente a las comunidades y al medio ambiente.
La industria porcina ha ido avanzando en la implementación de tecnologías para hacer un uso más eficiente del agua.
Sobre el documento, la Ministra de Agricultura, María Emilia Undurraga, señala que “nos da una hoja de ruta para poder enfrentar no solo el cambio climático, sino que también los desafíos sociales y muchos otros que vienen a instalar un nuevo marco para el sector agroalimentario. Creemos que la sustentabilidad es fundamental, una condición para la producción del futuro”.
En su contenido se abordan las tres dimensiones de la sustentabilidad: ambiental, social y económica a través de ámbitos priorizados. Para cada uno de éstos se definió un objetivo estratégico que permita sostener una mirada de largo plazo, así como ejes de acción para abordar en los planes bienales de implementación de la Estrategia. A continuación, revisamos las propuestas de la dimensión ambiental en las cuatro áreas consideradas: agua, biodiversidad y servicios ecosistémicos, cambio climático y suelos, destacando desafíos e iniciativas que tengan y estén desarrollando distintos sectores agroalimentarios y sus empresas en cada caso.
Agua
El objetivo estratégico en este ámbito es “contribuir a la seguridad hídrica y alimentaria que permita el desarrollo sustentable del sector agroalimentario y de los territorios rurales, en un escenario de cambio climático”.
Ejes de acción:
• Desarrollar una estrategia de recursos hídricos para la agricultura que considere una gobernanza y propuestas relacionadas a la gestión integrada y eficiente del agua, dentro de las competencias del Ministerio de Agricultura, así como la activa participación en instancias nacionales sobre recursos hídricos.
• Disminuir las brechas de información relacionadas con la oferta hídrica superficial y subterránea, demanda de agua y déficit hídrico, y calidad del recurso.
• Fomentar el uso eficiente de este insumo a través de la incorporación de tecnologías y el desarrollo de capacidades, potenciando la adaptación de los sistemas productivos a un escenario de cambio climático.
• Incentivar una gestión integrada de los recursos hídricos a nivel de cuenca, alineada con los planes de manejo estratégico de cuencas, fortaleciendo el monitoreo y la gestión de los riesgos agroclimáticos.
• Promover herramientas que contribuyan a mejorar la disponibilidad del recurso hídrico para los otros usos que conviven con la actividad agrícola, y permitan resguardar el agua para el desarrollo de las comunidades rurales, incluyendo el consumo humano, las actividades económicas de subsistencia, los usos culturales, y la provisión de servicios ecosistémicos.
• Promover la reducción del impacto de fuentes difusas que afecten la calidad del agua.
Entre los grandes desafíos que tiene la Federación de Productores de Frutas de Chile (Fedefruta) están la adaptación a la disponibilidad hídrica, la inestabilidad en las temperaturas y la resiliencia a eventos climáticos “fuera de programa” que afectan las cosechas.
En la industria hortofrutícola, el agua es un recurso vital para garantizar la producción. En este escenario, las nanoburbujas aparecen como una de las principales soluciones para combatir la escasez hídrica. Van insertas en un medio líquido y en su interior puede ir cualquier tipo de gas, como oxígeno, nitrógeno u ozono. Destacan por su baja tensión superficial, aportando eficiencia en el uso del agua al mejorar su absorción por parte de las raíces.
La industria porcina también busca mejorar su gestión hídrica. Agrosuper, en concreto, ha ido incorporando tecnología de punta para medir y gestionar el uso del agua a través de la construcción y operación de ocho plantas de tratamiento. Esto le ha permitido reutilizar parte del agua tratada en los procesos de limpieza de pabellones y riego de predios agrícolas.
Algunas viñas nacionales continúan aumentando la superficie manejada orgánicamente mediante la disminución del uso de agroquímicos.
AASA, en tanto, eliminó los bebederos colgantes, que ahora están integrados a los comederos para que el agua que cae quede retenida en el sistema y así los cerdos pueden aprovecharla durante el día. Además, para el aseo de los pabellones, utiliza un sistema de fosas que permite que las fecas caigan directamente en éstas sin necesidad de arrastrarlas con agua.
Maxagro también ha incorporado nuevos sistemas de aseo (mangueras de corte rápido, sistema pit/flush e hidrolavadoras, principalmente), usa dispositivos de hidratación eficiente de los animales y ha comenzado a medir su huella hídrica.
Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos
En este caso el objetivo estratégico es “reconocer y valorar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, promoviendo su protección, conservación y uso sustentable para contribuir a la resiliencia del sector agroalimentario”.
Ejes de acción:
• Promover la generación de información, su difusión y comunicación transparente para posibilitar la gestión sustentable de la biodiversidad y servicios ecosistémicos en los sistemas de producción agroalimentarios.
• Fomentar la valoración, conservación y protección de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en las comunidades rurales, las empresas agroalimentarias y entre los agricultores.
• Impulsar el desarrollo y adaptación de incentivos o instrumentos de fomento para la protección y recuperación de la biodiversidad, tanto del suelo como del entorno productivo, así como la conectividad de paisajes a nivel predial.
• Promover el uso sustentable de agroquímicos, desarrollando un plan ministerial que considere sus implicancias en materia de biodiversidad e inocuidad alimentaria.
La salmonera AquaChile reconoce que el desarrollo de sus actividades puede afectar, directa o indirectamente, la biodiversidad que existe en el entorno de sus operaciones. De ahí que, por ejemplo, haya suscrito en marzo de 2021 un convenio de monitoreo del lago Llanquihue con diversas instituciones. El programa consiste en la instalación de 3 boyas de monitoreo profundo, 6 estaciones de monitoreo y 2 estaciones meteorológicas para recopilar información ambiental relevante que será la base de un modelo predictivo para la adopción de políticas públicas que resguarden los valores ambientales del lago.
Por otra parte, muchas de las cerca de 800 especies de abejas que hay en Chile se encuentran en peligro de extinción debido, principalmente, a la pérdida de hábitat provocada por la expansión de la agricultura intensiva y la urbanización. Para revertir este problema, científicos manifiestan la necesidad de avanzar hacia un modelo agroecológico que disminuya drásticamente el empleo de agroquímicos en la agroindustria.
Cambio Climático
En este campo se busca, como objetivo estratégico, “promover un desarrollo agroalimentario adaptado a los efectos del cambio climático, resiliente y bajo en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que a través del uso eficiente y sustentable de los recursos naturales asegure la producción de alimentos de origen agropecuario”.
Ejes de acción:
• Promover el desarrollo y adecuación de incentivos o instrumentos de fomento que permitan al sector adaptarse de mejor manera al escenario climático cambiante.
• Actualizar el Plan de Adaptación al cambio climático del sector silvoagropecuario.
• Promover medidas de mitigación para reducir emisiones de GEI, como buenas prácticas en aplicación de fertilizantes, gestión de estiércol y biodigestores. Y la elaboración e implementación de un plan de mitigación de GEI para el sector agroalimentario una vez aprobado el proyecto de Ley Marco de Cambio Climático que establezca el presupuesto para este objetivo.
• Fomentar medidas de mitigación para captura de carbono a través del manejo adecuado del suelo, recuperación de bosques quemados, forestación y agroforestería, entre otras acciones.
• Fomentar la incorporación de medidas de eficiencia energética y el uso de energías renovables no convencionales (ERNC) en los sistemas de producción agroalimentarios.
• Fortalecer la institucionalidad del Ministerio de Agricultura y la relación público-privada con la sociedad civil en regiones para abordar y articular las materias de cambio climático.
• Fortalecer el sistema de inventario y prospectiva de GEI del sector silvoagropecuario.
“El manejo sustentable y la regeneración de los suelos agropecuarios en los sistemas de producción agroalimentarios” es uno de los ejes de acción de la estrateg
Una empresa agroindustrial que ha impulsado diversos proyectos en esta área es viña Concha y Toro, que desarrolla una estrategia energética para eliminar el uso de combustibles fósiles, avanzando hacia el cumplimiento de su compromiso de alcanzar cero emisiones de GEI para el año 2050.
Actualmente, evalúa el uso de fuentes y tecnologías verdes, como la gestión y tratamiento de residuos orgánicos, compostaje de biomasa, generación de bioenergía, uso de hidrógeno verde y de otras tecnologías emergentes que sean aplicables a la estrategia productiva de la compañía.
Cabe consignar también que el cambio climático y la mega sequía han generado cambios en la producción agrícola nacional, especialmente en regiones como la de Valparaíso. Un ejemplo es la superficie dedicada al cultivo de paltas en esa zona, que bajó de 22.008 a 20.318 hectáreas (-7,7%) entre 2008 y 2020.
Suelos
En este ámbito, el objetivo estratégico apunta a “contribuir al desarrollo de los sistemas productivos agroalimentarios mediante el manejo sustentable y la regeneración de los suelos silvoagropecuarios buscando el mejoramiento y/o mantención de su capacidad de contribuir a la seguridad alimentaria”.
Ejes de acción:
• Promover la generación y difusión de información transparente y abierta que permita el manejo sustentable y la regeneración de los suelos agropecuarios en los sistemas de producción agroalimentarios.
• Incorporar criterios de sustentabilidad agroambiental a los programas ya existentes para mejorar la condición ecosistémica y la regeneración de los suelos, y promover el desarrollo de nuevos programas.
• Contribuir a coordinar la implementación del Plan Nacional de Restauración a escala paisaje.
Entre las iniciativas en esta área destaca el Programa de Recuperación de Suelos Degradados que, desde el año 2010, entrega ayuda económica, no reembolsable, para cofinanciar actividades y prácticas que aporten a lograr ese objetivo y mantener los niveles de mejoramiento alcanzado.
Para Marcela Gómez, Directora del Centro de Innovación y Desarrollo para el Ovino del Secano, es muy importante definir políticas agrícolas sostenibles para regenerar los suelos, especialmente del secano. “Para optimizar la captura de carbono y mitigar la desertificación están la ganadería y agricultura regenerativa. La primera busca mejorar la actividad biológica del suelo utilizando el pisoteo y la adición de fecas y orines del ganado, sumado a un correcto uso y descanso de las praderas para promover la captura de carbono. Una estrategia complementaria es el diseño keyline del predio, que apunta al redireccionamiento del agua lluvia para mejorar su captura y retención en el suelo, aumentando la humedad en el perfil y promoviendo la actividad agrícola”, plantea.
En un caso empresarial, viña Cono Sur trabaja en optimizar y proteger los viñedos sin interferir en los ciclos biológicos de los suelos, evitando a su vez la erosión. Para eso, continúa aumentando la superficie manejada orgánicamente (27%) mediante la disminución del uso de agroquímicos y la incorporación de manejos más amigables con el medio ambiente.
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DATO:
56%
Menos de energía, aproximadamente, utiliza la agricultura sostenible en comparación con la convencional. Además, genera hasta un 64% menos de emisiones gases de efecto invernadero. Esto, según datos de la ONU.
Artículo publicado en InduAmbiente N° 172 (septiembre-octubre 2021), págs. 10-13.