Desde desesperación e impotencia hasta irritable indiferencia. Desde incredulidad hasta máximo compromiso. Perfectamente se puede escribir una larga crónica sobre las reacciones que provoca en las personas, países y organizaciones de todo tipo el cada vez más visible e incontrarrestable cambio climático.
Ante la amenaza creciente del fenómeno, en los últimos años algunos gobiernos y científicos han vuelto a proponer una solución poco ortodoxa para combatirlo: la geoingeniería o ingeniería climática. Es, a grandes rasgos, una técnica que implica la manipulación deliberada y a gran escala de la naturaleza para impedir que el calentamiento global se siga acentuando.
¿De dónde surgió la idea? Ya en 1965, el Comité Asesor de Ciencias de Lyndon Johnson, por aquel entonces presidente de Estados Unidos, advirtió que podía ser necesario aumentar la reflectividad de la Tierra para compensar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El grupo llegó incluso a sugerir que se rociaran partículas reflectantes a través de los océanos.
MIT Technology Review, de propiedad del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), reporta que fue en 2009 cuando un equipo de científicos rusos realizó el que se considera el primer experimento de geoingeniería al aire libre. “Colocaron generadores de aerosol en un helicóptero y en un coche y rociaron partículas a alturas de hasta 200 metros. En un artículo publicado en Russian Meteorology and Hydrology, el equipo afirmó que el experimento había reducido la cantidad de luz solar que llegaba a la superficie”, señala.
Dos Métodos
Según antecedentes de Carnegie Climate Geoengineering Governance Initiative (C2G2), dos son los métodos de geoingeniería que se han estudiado, y en algunos casos aplicado, para enfrentar el cambio climático:
• Eliminación de dióxido de carbono (CDR):
Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), considera actividades antropogénicas que eliminan el CO2 de la atmósfera y lo almacenan de manera duradera en depósitos geológicos, terrestres u oceánicos, o en productos. C2G2 así describe las seis técnicas que engloba:
- Fertilización de los ecosistemas oceánicos para acelerar el crecimiento de fitoplancton, parte del cual se hunde y transporta el carbono desde la atmósfera hasta el fondo marino.
- Aumento de la meteorización natural de las rocas mediante la extracción, molienda y dispersión de minerales que absorben el carbono en la tierra, o agregando minerales alcalinos al océano para mejorar la captación de carbono.
- Plantación de bosques y restauración de ecosistemas que permiten el almacenamiento a largo plazo de carbono en la biomasa sobre o debajo del suelo.
- Captura de CO2 directamente del aire mediante un proceso químico, seguido de un almacenamiento permanente o uso.
- Quema de biomasa para generar energía, y capturar y almacenar permanentemente el CO2 resultante.
- Quema de biomasa en condiciones de bajo oxígeno (pirolisis) para producir biocarbón o carbón vegetal, que luego se agrega al suelo para mejorar los niveles de carbono.
Su empleo conlleva algunos riesgos ambientales:
- Alteración de los ecosistemas naturales, como el uso excesivo del agua y el cambio del equilibrio químico de los suelos.
- Retos para la seguridad alimentaria y competencia por el uso de la tierra, por ejemplo, entre la agricultura y la aforestación (plantación de bosques en tierras donde históricamente no los ha habido).
- Pérdida de biodiversidad.
- Alteraciones en la reflectividad (albedo) de la Tierra: Por ejemplo, la aforestación en algunas latitudes podría oscurecer la superficie terrestre, absorbiendo más calor.
- Riesgos en el transporte y almacenamiento de carbono capturado.
La investigación científica se ha concentrado en:
- Universidades: A nivel global con opciones naturales y tecnológicas.
- A nivel gubernamental: Algunos gobiernos están financiando investigación de las ciencias físicas de CDR (en Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea).
• Modificación de la radiación solar (SRM):
Según el IPCC, se define como la modificación intencional del presupuesto de radiación de onda corta de la Tierra con el objetivo de reducir el calentamiento. Abarca cuatro técnicas:
- Siembra de nubes sobre la superficie del océano (por ejemplo, con barcos autónomos) o blanqueando nubes sobre la Tierra para reflejar la luz solar hacia el espacio.
- Adelgazamiento de las nubes tipo cirros para permitir un mayor escape de la radiación infrarroja de la superficie terrestre.
- Inyectar aerosol reflectante en la estratósfera inferior para aumentar el albedo planetario (reflectividad) y reducir así las temperaturas.
- Hacer que las superficies (áreas urbanas, caminos, tierras agrícolas, praderas, desiertos, casquetes polares, océanos) sean más brillantes para reflejar la radiación solar.
Algunos riesgos ambientales conocidos:
- Cambios en los patrones de precipitación: Probable reducción en la mayoría de regiones.
- Efectos climatológicos inesperados, especialmente los que podrían desarrollarse tras usos prolongados o intensos de SRM.
- Cambios climáticos regionales en relación a los promedios registrados.
- Shock de terminación: Calentamiento muy acelerado por terminación abrupta.
- Reducción de la capa de ozono, en algunos casos, dependiendo de los aerosoles que se utilizarían.
Investigación científica:
- En países como Alemania, Australia, China, Estados Unidos, Finlandia, India,
Japón, Noruega y Reino Unido.
- En algunas universidades como Harvard, Oxford, Indian Institute of
Technology, Delhi, Beijing y Tasmania.
Moratoria de la ONU
Una moratoria internacional de la Organización de Naciones Unidas (ONU) establece que “no se deben llevar a cabo actividades de geoingeniería mientras no exista un mecanismo regulatorio y de control de base científica, global, efectivo y transparente para salvaguardar el principio precautorio”.
La decisión, aprobada por el Convenio sobre la Diversidad Biológica en 2010, permite excepciones para “experimentos en pequeña escala” con varias condiciones, entre ellas que se lleven a cabo en “entornos controlados”.
La salvedad anterior no se habría respetado en un reciente ensayo de geoingeniería realizado en Nueva Gales del Sur, Australia, por especialistas de la Universidad de Southern Cross. La técnica probada se llama “blanqueamiento de nubes marinas” y se basa en la idea de que rociar las nubes con agua de mar aumentará la cantidad de luz que reflejan de vuelta al espacio. “Si se desplegara a escala masiva, en teoría la técnica reduciría la temperatura, pero también podría tener efectos negativos a nivel local, regional y mundial”, indican sus detractores.
Para aportar a la transparencia de este campo de investigación, los profesores de estudios ambientales Sikina Jinnah (Universidad de California) y Simon Nicholson (American University), en un análisis publicado recientemente en Nature Geoscience, sostienen que se debe “garantizar que el mundo tenga las herramientas para administrar estas potentes tecnologías y prácticas, siempre y cuando se tomen decisiones para usarlas. Hasta hace unos años hablar de la ingeniería climática parecía un disparate, una locura, pero últimamente estas ideas ya se toman en serio ante el fracaso de los gobiernos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”.
Para Ted Parson, profesor de Derecho Medioambiental en la Universidad de California y coautor del clásico en la materia “The Science and Politics of Global Climate Change”, “hay que empezar a hablar de geoingeniería cuanto antes, tanto para probar sus posibles beneficios y efectos adversos como para regularla”.
Algunos científicos y organizaciones internacionales son proclives a intensificar los estudios sobre las alternativas de eliminación de carbono (CDR) ya que producirían menor impacto colateral en el planeta, aunque como complemento a las medidas y acciones de reducción de emisiones de GEI que se implementan.
Sin embargo, las opciones SRM también se siguen explorando en algunos países. Por ejemplo, la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, creó en 2019 un panel asesor externo para examinar los potenciales impactos éticos, ambientales y geopolíticos del proyecto Stratospheric Controlled Perturbation Experiment (SCoPEx), que impulsan algunos de sus académicos. El plan implicaría la liberación de partículas de carbonato de calcio desde un globo a unos 20 kilómetros de altura sobre el suroeste de Estados Unidos.
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Datos
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Estudio internacional, publicado en la revista Nature Geoscience, concluyó que la fertilización con hierro en los océanos del hemisferio sur, como estrategia para capturar dióxido de carbono, puede ser menos eficiente de lo esperado.
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Organizaciones nacionales solicitaron al Ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand, que Chile ratifique la enmienda a la Convención sobre la Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimientos de Desechos y otros Materiales, que nuestro país firmó en 2013 y que crea un marco de evaluación de iniciativas de geoingeniería marina.
Artículo publicado en InduAmbiente N° 166 (septiembre-octubre 2020), págs. 78-80.