Dicen los antecedentes históricos que en 1967 Suecia se convirtió en el primer país del mundo que creó una institución gubernamental especialmente dedicada al resguardo del medio ambiente. Y que cinco años más tarde, su capital, Estocolmo, fue sede de la primera Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la materia.
Estos hechos, entre varios otros, dan cuenta de la temprana conciencia medioambiental desarrollada en este país europeo que hasta hoy marcha a la vanguardia mundial en este campo. Baste con saber, por ejemplo, que en el último Índice de Desempeño Ambiental publicado por la Universidad de Yale en febrero pasado, Suecia figura en el 9° lugar a nivel general y alcanza las mejores calificaciones en los parámetros de “impactos en salud”, “acceso a agua potable y alcantarillado”, y “exposición promedio a MP2.5”. Otros botones de muestra son el altísimo porcentaje de reaprovechamiento de sus residuos domiciliarios que bordea el 99%, y el notable aporte de las energías renovables no convencionales (48%) a su producción energética.
Esos buenos índices se traducen en altos estándares de calidad de vida y sustentabilidad que se han logrado gracias a la conjugación de factores como la férrea voluntad y la creatividad para enfrentar los problemas ambientales, la adopción pionera de las mejores soluciones tecnológicas disponibles, y el trabajo mancomunado y sinérgico entre las autoridades, las empresas privadas y las universidades.
Lejos de dormirse en los laureles, hoy el país nórdico sigue esforzándose con una meta clara: alcanzar al año 2020, 16 objetivos de calidad medioambiental establecidos para que las nuevas generaciones se hagan cargo de una sociedad que ha resuelto los principales problemas ambientales.
Evolución Histórica
En la década de los sesenta, Suecia padecía graves problemas ambientales expresados en la contaminación que afectaba a gran parte de sus ecosistemas y recursos naturales. Este panorama llevó a las autoridades a tomar cartas en el asunto. En 1967, se transformó en el primer país a nivel mundial en crear una Agencia para la Protección del Medio Ambiente, que dos años más tarde estableció un Acta de Compromiso para el resguardo medioambiental, pionero en el orbe.
A partir de ello, los sectores productivos –principales fuentes contaminantes- comenzaron a fortalecer su responsabilidad ambiental y a reducir paulatinamente sus emisiones.
Al mismo tiempo, las autoridades gubernamentales pusieron en marcha incentivos para la incorporación de tecnologías más limpias en las industrias. Y también se fundaron programas de investigación industrial, apoyados por universidades y centros tecnológicos, para desarrollar nuevas soluciones a los desafíos medioambientales.
Sobre esta base se lograron avances notables. A modo de ejemplo, en la década de los noventa Suecia llegó a ser líder mundial en tecnologías de filtración y control de emisiones de polvo, azufre y metales pesados.
La descentralización gubernamental que se impulsó entre 1952 y 1974, para dar amplios poderes de gestión a los municipios, también facilitó la evolución ambiental sueca. Este escenario permitió generar políticas sólidas para el cuidado del entorno natural y humano, de acuerdo con las reales necesidades de cada localidad. Gracias al cobro de impuestos a las empresas ubicadas en sus comunas, los municipios fueron capaces de asumir riesgos e invertir a largo plazo en proyectos favorables para el resguardo ambiental, muchos de ellos bastante innovadores. Claro ejemplo de ello fue la implementación de sistemas para generar biogás a partir de residuos orgánicos y el tratamiento de aguas servidas, cuando aún estas tecnologías no eran rentables.
Lea este artículo completo en Revista InduAmbiente N° 133, pág. 122 a 125.