La Torre Eiffel ha representado ayer y hoy el mayor orgullo de las autoridades francesas y parisinas de turno y también de gran parte de la ciudadanía. No sólo por ser la obra arquitectónica que más identifica a Francia y su capital, lo que se expresa en millones de visitas anuales, sino también porque es desde el 2015 una muestra patente del esfuerzo que está desplegando el Ejecutivo para dar mayor cabida a las energías renovables no convencionales (ERNC), reducir la huella de carbono y enfrentar adecuadamente el cambio climático.
En el segundo piso de este monumento histórico se instalaron hace algunos meses dos pequeños molinos eólicos que producirán unos 10.000 kilovatios al año, suficientes para satisfacer sus necesidades. En el último año, en la Torre Eiffel también se realizaron mejoras en el primer piso que le han permitido disminuir el consumo energético mediante el aislamiento de sus pabellones, la instalación de paneles solares para el agua caliente y la recuperación de aguas lluvia.
Según analistas locales, este proyecto es el último esfuerzo de Francia para mostrar la seriedad con que busca reducir las emisiones y disponer medidas de protección del medio ambiente. Y también para poner de relieve su papel como organizadora de la XXI Conferencia sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, que se realizará del 30 de noviembre al 11 de diciembre de 2015.
Los molinos verticales de 23 pies de alto representan solo una pequeña parte de los esfuerzos de París para reducir las emisiones. La ciudad pretende disminuir su polución en un 25 por ciento y obtener una cuarta parte de su energía de fuentes renovables no convencionales en 2020.
Nuevo Modelo Energético
“Somos el primer país con una legislación global contra el cambio climático”, señaló recientemente la Ministra de Ecología francesa, Ségolène Royal, tras el término de la Asamblea Nacional que aprobó la Ley de Transición Energética. Con el apoyo de los ecologistas, el Gobierno de François Hollande logró que se diera luz verde a una ambiciosa normativa para cambiar el modelo energético, promoviendo las fuentes renovables, el transporte limpio y la edificación sostenible. Con ello, de paso, buscar poner límite al crecimiento de la matriz en base a energía nuclear.
A través de esta iniciativa legal, el Gobierno pretende reducir en un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero y que las energías renovables generen el 32% del total del consumo eléctrico a finales de 2030. En el país más nuclearizado del mundo (en proporción al número de habitantes), la potencia actual de la energía nuclear quedará congelada y no debería suponer más del 50 % de la producción de electricidad en 2025. Hoy, 19 centrales y 58 reactores nucleares proveen cerca del 75% de la energía que Francia consume, constituyéndose en el principal usuario de energía nuclear en Europa y el segundo a nivel mundial después de Estados Unidos.
La Ley también contempla que todas las viviendas francesas deberán renovarse antes de 2030 para consumir menos energía, estableciéndose un techo de consumo por metro cuadrado y año. Y toda nueva obra estará obligada a tomar en cuenta las normas medioambientales y los inmuebles públicos deberán tener un saldo positivo de energía: generar más de lo que gasten.
Los servicios públicos tendrán que dar el ejemplo con la elección de flotas de vehículos más eficientes desde el punto de vista energético y también menos contaminantes, mientras que taxis y empresas de arriendo de vehículos deberán disponer de un 10% de unidades verdes en 2020.
Lea este artículo completo en Revista InduAmbiente N° 134, pág. 102 a 104.