Hace pocas semanas concluyó en Egipto la COP 27. Su resultado nos dejó un sabor amargo y un gusto a poco, ya que la instancia no dio cuenta de la real emergencia climática en que nos encontramos y que cada cierto tiempo, y con mayor frecuencia, nos "explota en la cara".
Ante ese escenario, es válido preguntarse entonces ¿qué tiene que ocurrir para que las negociaciones avancen en la dirección correcta y a la velocidad que se requiere?
No está de más recordar que el Acuerdo de Paris en 2015 fijó como meta que idealmente la temperatura promedio del planeta no subiera más de 1.5 grados centígrados, y en su defecto en menos de 2 °C al 2100, lo que fue celebrado por la comunidad internacional como un gran paso hacia la tan necesaria descarbonización.
Hoy, a siete años de ese encuentro, nos enfrentamos a la realidad que nos plantean los científicos, que revelan un incremento de la temperatura ya en 1,2 grados. Y que si todos los países cumplen sus metas conocidas como Contribuciones Nacionales Determinadas, podríamos estar en un rango de aumento de entre 2,2 y 2,9 grados centígrados. Es decir, aun siendo optimistas, y me atrevería a decir algo irrealistas, no estamos dentro de lo que los signatarios del Acuerdo de Paris se comprometieron.
Por otra parte, y aunque parezca difícil de creer, la COP27 no alcanzó ningún acuerdo sobre mitigación en forma concreta para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, que es precisamente lo que trata de lograr.
Por el contrario, solo hizo una tímida mención a "incrementar las emisiones bajas en carbono". Sin duda, difícil de creer.
Asimismo, mucho se celebró sobre el ítem "pérdidas y daños", que alude al monto y la forma cómo los países industrializados –responsables de un 75% de las emisiones históricas de GEI– pagarán los daños y perjuicios causados por el cambio climático a las naciones en desarrollo.
¿Esto es un avance? Sí, lo es, y hay que reconocerlo. Sin embargo, es solo una declaración más de buenas intenciones no vinculante, en la que los países desarrollados se resguardaron de dejar por escrito que se trata de algo voluntario y no una obligación, no existiendo además un acuerdo sobre quienes deben pagar.
En esta línea, Estados Unidos y la Unión Europea dirigieron su mirada hacia China, a la que exigen sea parte del problema e indemnice. El gigante asiático contestó que no es el momento de cambiar las reglas. Imagine usted cuánto más se tardarán en determinar el monto de los daños, la forma de pago y a quién se paga.
En definitiva, me parece que el foco de esta COP27 estuvo equivocado, ya que se debió trabajar más en mitigación y la promoción de reglas habilitantes para incentivar el desarrollo de energías limpias. Y en cómo transferir recursos para dicho fin, por sobre la focalización, que si bien es un tema muy importante implica una larga espera para que se llegue a un acuerdo.
Columna publicada en InduAmbiente 179 (noviembre-diciembre 2022), página 57.