En las reuniones semanales de gerentes de muchas de nuestras empresas, la costumbre es que primero reporten las novedades aquellos ejecutivos responsables de la línea productiva de la compañía, dejándose para el final a las denominadas “ingenierías blandas”; es decir, aquellas que abordan los temas ambientales y sociales, y que son usualmente escuchados como un incómodo ritual obligado, ya que sus temas no son realmente comprendidos ni valorados.
Esto es solo un ejemplo de cómo aún subsisten culturas organizacionales que no dan cuenta de cómo el país está cambiando en estas materias, como lo acredita el cuarto lugar que ostenta el tema ambiental dentro de los aspectos prioritarios que preocupan a los chilenos para la nueva Constitución.
Ya no se trata de un asunto de moda, ni de fingidas declaraciones altisonantes sin contenido sustantivo ni compromisos reales, sino de condiciones de borde impuestas por los propios consumidores, así como de limitaciones cada vez más estrictas que responden a la finitud objetiva de nuestros recursos naturales.
Una adecuada gestión ambiental y social, tanto en el ámbito público como privado, dejará de corresponder a una obligación usualmente menospreciada, cuando se perciban las oportunidades de negocios que implican estos temas para el mercado, y se hayan superado los criterios que los califican de cargas injustificadas.
Otra vía para avanzar en este cambio de mirada es el desarrollo de regulaciones que es necesario poner al día en diferentes ámbitos de la máxima relevancia. Ejemplos son la ley sobre glaciares, la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, las nuevas normas de calidad y, en particular, el establecimiento de delitos ambientales tanto para personas naturales como jurídicas y que pondrá fin a la ya añeja frase de que es mejor pedir perdón a pedir permiso.
Se trata de un irreversible proceso civilizatorio, en el que evidentemente las ingenierías duras seguirán vigentes, pero no en desmedro de las mal calificadas como “ingenierías blandas” que, en realidad, corresponden a ingenierías de sistemas complejos capaces de integrar lo técnico y económico con los componentes ambientales, sociales y culturales.
Columna publicada en InduAmbiente N° 171 (julio-agosto 2021), pág. 75.