Desde las épocas antiguas hasta nuestros días hemos vivido un ciclo de lo que podemos llamar la civilización hídrica, donde la sociedad solucionaba la relativa escasez de agua para consumo humano asentándose en sitios con suministro permanente, luego construyendo obras hidráulicas, mejorando la gestión del recurso y desarrollando diversos procesos tecnológicos para asegurar su abastecimiento. Se puede discutir si han existido 3 o 4 periodos históricos distintos en este ciclo, pero todos se basaban en aprovechar recursos de agua dulce existentes y en épocas más actuales usar agua de mar.
El cambio climático nos conduce inexorablemente al fin de la era hídrica. Los recursos hídricos fáciles de usar para el consumo humano hace tiempo entraron en fase terminal. La contaminación de las aguas se suma a esta difícil situación. Para países como Chile los escenarios hídricos no son auspiciosos, menos aún con la tardanza en desarrollar acciones estructurales que den algo de holgura. Nos hemos acostumbrado a ver camiones aljibes llevando agua a poblaciones, decretos de escasez hídrica y ahora se nos informa de racionamientos del agua potable junto con incipientes acciones para reducir consumos en riego de plazas y áreas verdes.
Desde el punto de vista normativo se ha modificado el Código de Aguas y se proponen cambios constitucionales que pongan el consumo humano como prioridad, iniciativas que apuntan en la dirección correcta, pero que son tardías y posiblemente no permitan enfrentar con éxito la grave crisis hídrica.
El cambio de paradigma es necesario, pero no suficiente cuando se trata de situaciones urgentes. Necesitamos acciones inmediatas, el tiempo a favor se ha consumido sin avances. Implementar proyectos estructurales requiere no menos de 10 años, periodo en que la población no resistirá la ausencia de agua y esto abrirá espacio a conflictos muy graves.
Por ello es urgente iniciar un proceso más exigente, con acciones administrativas de carácter nacional, regional y local. La aceleración de programas y proyectos a nivel urbano y rural debe ser armonizada con acuerdos ciudadanos y con mejoras sustanciales de comunicación, capacitación y desarrollo de proyectos a toda escala. Esperamos que se haga un cambio de objetivos y estrategias, centrado en soluciones de largo plazo, pero sin olvidar que necesitamos acciones inmediatas que nos hagan entrar con esperanzas de éxito en un nuevo paradigma hídrico.
Columna publicada en InduAmbiente 174 (enero-febrero 2022), página 73.