El paisaje es un recurso natural escaso, valioso y difícilmente renovable, cada vez más demandado y anhelado por la sociedad, principalmente hoy producto de la liberación de los periodos de cuarentena y de la reapertura de espacios recreacionales. Las increíbles repercusiones de la pandemia en el turismo mundial han ocasionado enormes pérdidas en las economías locales. En el caso de Chile corresponden a un 10% del PIB y al 12% de los empleos (Cepal 2020).
Actualmente, el ciudadano promedio, independiente de su origen o influencia social, ha comenzado a adquirir una nueva conciencia sobre su entorno, principalmente sobre el medio ambiente, en todas sus formas, centrando su atención y valoración sobre el paisaje natural. Esto se ve demostrado ante un incipiente rechazo de la ciudadanía a perder espacios con alto valor turístico, paisajístico y recreacional.
La consultora española DNA Turismo y Ocio analizó el impacto del Covid-19, destacando que “las actividades y experiencias que más rápido se recuperarán son las de turismo rural y naturaleza, al prestar sus servicios en un espacio abierto y natural acorde con los nuevos comportamientos y actitud de la demanda turística, donde primarán la sensación de soledad, seguridad, contacto con la naturaleza y la no masificación” (De la Fuente de Val 2020).
El paisaje, de esta manera, no se transforma sólo en recurso natural, sino que además en una herramienta económica, que forma parte fundamental del engranaje de la industria turística que post pandemia será la de mayor demanda.
Es aquí donde se inserta la evaluación ambiental del paisaje, según lo establece el Servicio de Evaluación Ambiental en su “Guía para la Evaluación de Impacto Ambiental del Valor Paisajístico en el SEIA” (SEA 2019). Esto, dentro del marco de la Ley 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente, como herramienta normativa para proteger y mantener la calidad visual del paisaje frente al desarrollo económico, centrando su aporte en la protección de las comunidades y el espacio natural que habitan.
Por lo tanto, uno de los objetivos de la protección ambiental del paisaje, en primera instancia, es proteger la calidad visual y el valor paisajístico para las comunidades locales que a diario tienen acceso a éste. Y también generar destinos turísticos sostenibles para que los turistas alcancen una experiencia de calidad, en entornos saludables y llamativos, buscando el equilibrio entre el crecimiento económico local y la creación de lugares atractivos, ecoeficientes y competitivos.
Columna publicada en InduAmbiente N° 172 (septiembre-octubre 2021), pág. 71.