Poca sorpresa genera el anuncio de la Gobernación de la Región Metropolitana respecto a la escasez hídrica, y las probabilidades de racionamiento inminente. El escenario provocado por el cambio climático ha venido anunciándose desde hace años y sólo algunos han adoptado medidas tendientes a una reducción o eficiencia en el consumo de agua.
De acuerdo a estadísticas generales, el 75% de este recurso es utilizada por la agricultura. El resto se lo reparten, en partes más o menos iguales, la minería, la industria y el uso inmobiliario, constituido por residencias y equipamientos.
En la RM, en la última década, la agricultura ya ha reducido la superficie cultivada y ha efectuado un importante esfuerzo para renovar y tecnificar sus sistemas de riego. Aparte, el Gobierno ha intervenido las principales cuencas del Maipo y del Mapocho, redefiniendo las prioridades de su uso.
La Gran Minería ha efectuado también importantes procesos de mejoramiento de la eficiencia en el consumo del agua, implementando proyectos de desalinización de agua de mar, o invirtiendo en la sustitución de tecnologías menos demandantes del recurso. Con todo, en la RM no existen actividades mineras importantes, por lo que el consumo de las fuentes naturales correspondientes a los ríos Maipo y Mapocho no se ve afectado de manera importante por estas actividades.
Algo parecido ha ocurrido en la industria, en la que la sustitución de demanda en el consumo de agua se ve como una necesidad de adecuación productiva que, con distintos énfasis, se ha incorporado en las prácticas de la industria manufacturera.
Aparte, tanto la agricultura como la minería e industria constituyen demandas que concentran el consumo en un número relativamente acotado de actores, si se lo compara con los ciudadanos respecto del consumo domiciliario. Cuando los actores son menos, es más fácil adoptar estrategias y efectuar fiscalizaciones, y la decisión de un actor tiene mucha mayor incidencia que la de cada uno de los habitantes de una ciudad respecto del consumo total de la misma. He ahí el problema: todos pensamos que somos poco incidentes, por lo que no adoptamos medidas tendientes a disminuir y racionar nuestro consumo. Esto es una “tragedia de los comunes”, que Garret Hardin describió en 1968 por la que todo lo que no tiene dueño se ve perjudicado por el sobreuso que hacemos de ello. Si todos son responsables, nadie lo es.
Pero si la agricultura, la minería y la industria han hecho y están haciendo esfuerzos, toca a la ciudadanía, a cada uno de nosotros, adoptar medidas eficientes para la reducción del consumo de agua. El promedio de nuestros ciudadanos consume más que el promedio de un suizo. Los ciudadanos hemos seguido actuando como si nada pasara y lo cierto es que, por la razón o la fuerza de un racionamiento que parece inevitable, nuestras costumbres deben cambiar.
Columna publicada en InduAmbiente N° 175 (marzo-abril 2022), pág. 85.