La transición energética busca reemplazar el uso de combustibles fósiles por energías renovables no convencionales y, en ese contexto, se plantea cada vez con mayor fuerza la generación de hidrógeno verde (H2V) como solución global.
Cabe señalar que el H2V no es una fuente primaria de energía al ser producto de un proceso industrial. Según la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde de enero de 2020, Chile aspira a convertirse en uno de los tres países exportadores más importantes hacia el 2040, haciendo notar que la producción "se hará con recursos renovables de bajo costo" (sic) que corresponden al agua, el sol y el viento.
Llama la atención que se haya planteado esta estrategia sin considerar que los proyectos de H2V no están tipificados en nuestra normativa ambiental, tal como lo señala un documento de enero 2022 elaborado por el Servicio de Evaluación Ambiental. El hidrógeno no es un elemento ambiental inocuo, de hecho, una posible liberación a la atmósfera de un 1% sería equivalente al efecto del 0,6% de combustibles fósiles. Por ello en diversos informes mundiales se hace hincapié en la necesidad de mejoras sustanciales de la tecnología, entre otros aspectos para disminuir riesgos e impactos ambientales, en todo el ciclo de vida del H2V: generación, almacenamiento, transporte y distribución.
Las actuales tecnologías no resultan del todo apropiadas al manejo en gran escala de este elemento. Producir 1 tonelada de H2 requiere 9 toneladas de agua, cantidad que puede ser el doble cuando se desala el agua. La desalación para disponer de agua para electrolisis genera impactos ambientales en las zonas costeras, entre otros por descarga de salmueras. Si se usa energía eólica, los aerogeneradores alteran el paisaje y generan posible colisión de aves. Cuando se usa energía solar serán otros los impactos.
Es urgente, entonces, abordar estos proyectos con una normativa ambiental específica, sin que se pueda asegurar cero impactos, lo que obliga a realizar estudios detallados de sus procesos constructivos y operacionales. Más aún, si la Estrategia Nacional acentúa su intención extractivista de producir H2V para exportación, con escasas contrapartidas industriales de mayor valor agregado, estas consecuencias ambientales podrían ser contraproducentes para el desarrollo local y regional. La transición energética no puede plantearse aislada del desarrollo industrial y de la protección ambiental que desde hace tanto tiempo reclamamos como necesarias para nuestro país.
Columna de opinión publicada en InduAmbiente n° 177 (julio-agosto 2022), página 75.