Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Nuevos y más contaminantes en el agua

Tomás Carvacho
Gerente de Negocios en VIGAflow




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Cada día escuchamos acerca de la sequía y sus consecuencias en el mundo y en nuestro país, donde este fenómeno ya se ha extendido por 13 años afectando a un 76% de la superficie y provocando una desertificación acelerada de los suelos. Me atrevo a decir que ya nadie es ajeno a esta coyuntura, de modo que no me sorprendería que en los próximos meses veamos restricciones en el suministro de agua de algunas ciudades de Chile.

A las consecuencias más visibles de la sequía, se suman otros efectos menos evidentes a primera vista y que se van develando con el pasar del tiempo. Quienes tenemos la oportunidad de trabajar con clientes de todo el territorio y en todas las industrias de Chile hemos sido testigos de uno de los fenómenos que más consecuencias está trayendo a la industria, como es el deterioro en la calidad del agua. Esto se manifiesta en un aumento acelerado en la concentración de elementos inorgánicos o minerales en el agua de pozos y fuentes superficiales.

Cuando revisamos nuestros proyectos en los últimos 5 años, vemos una clara tendencia al aumento en los requerimientos de sistemas de tratamiento cada vez más complejos y que demandan mayor tecnología. Antiguamente en el sur de Chile, estos procesos tenían relación con la remoción de turbidez, fierro y manganeso. Hoy, en cambio, se suman problemas de altos niveles de cloruros, nitratos y arsénico y, con eso, la necesidad de su extracción.

Hace tiempo que en la zona centro del país están presentes altas concentraciones de calcio, magnesio, sulfato y también arsénico y, asimismo, hemos apreciado en los últimos meses surgir la necesidad de remover hierro, manganeso, cloruros y nitratos, producto de la infiltración de aguas salinas en napas de agua dulce, a distancias de la costa que en Chile no se había visto. Por otra parte, en el norte, el aumento de la concentración de estos minerales en los pozos y diferentes fuentes de agua está creciendo a una tasa muy superior a la prevista, con una velocidad inédita.

Estamos ante una situación que no nos había tocado vivir. Terminamos el año 2021 con más de 80 proyectos de tratamiento de agua entregados y, en muchos de ellos, surge como denominador común el empeoramiento de la calidad del agua disponible.

No se trata de nuevas fuentes con mala calidad de agua que se requiera tratar. Son, en realidad, las mismas que se ha usado siempre pero que, en solo unos meses —y, quizás en el mejor caso, en unos pocos años— se han concentrado hasta un nivel en que su uso ya no es posible, lo que está poniendo en jaque la continuidad de operación de sus usuarios. Este escenario requiere de nuevos tratamientos, más complejos y con mayor tecnología, que además deben ser muy eficientes en la recuperación de agua porque, adicionalmente, muchas de estas fuentes de agua ya no entregan los caudales que solían.

Sin duda, los próximos años serán de un gran desafío a todos quienes el agua es parte del proceso productivo. Por lo mismo, este tema se debería instalar como una prioridad estratégica para los que dirigen el futuro de las compañías, que en muchos casos no están preparadas para enfrentar un futuro de escasez y de empeoramiento de la calidad del recurso hídrico.

Nosotros, los proveedores de soluciones, tenemos que trabajar junto con nuestros clientes para encontrar la mejor solución técnica y económica que sea eficiente en el uso del agua y de rápida implementación, con el fin de reducir el impacto en sus operaciones en el corto plazo. Al mismo tiempo, debemos apoyarlos en diseñar e implementar sus sistemas de tratamiento y de acceso a nuevas fuentes de agua —como el reúso o la desalación—, de manera de enfrentar el futuro con un modelo sustentable que haga viable su actividad en el largo plazo.