Recientemente he tenido la oportunidad de publicar algunos libros sobre la historia del agua en el norte de Chile en el siglo XIX, a través del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería, que tienen como objetivo recuperar una narrativa que nos explique cómo hemos llegado a la situación actual.
Al recorrer un periodo clave de la historia de Chile con relación a sus recursos naturales es posible observar que gran parte de lo que vivimos hoy tiene profundas explicaciones en el pasado. La escasez del recurso hídrico en las cuencas de los valles transversales fue un fenómeno que se inició en el siglo XIX, donde aparecen las primeras regulaciones que declaran agotados dichos recursos. Pese a ello, el uso del agua no mostró mejoras respecto de la sustentabilidad.
Sobre este punto, es conveniente analizar cómo han evolucionado los estudios de impacto ambiental relacionados con estos recursos en Chile, entendiendo que estos instrumentos son fundamentales para su protección.
En una visión retrospectiva del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, destaca en sus inicios el estudio de impacto ambiental (EIA) del proyecto hidroeléctrico Ralco. Su elaboración contó con asesoría extranjera atendiendo a la escasez de especialistas que había en medio ambiente en la década de los 90, logrando una muy controvertida aprobación. Algo positivo de estos primeros estudios fue que intentaban, no siempre con éxito, incluir una visión integral de la realidad, con énfasis en la narrativa más que en aspectos técnicos, quizás por la debilidad de la información especializada.
En estudios inmediatamente posteriores se observa la influencia que tuvo ese EIA respecto de la estructura y metodología, lo que fue lentamente cambiando hacia planteamientos que se centraron en perfeccionar los aspectos técnicos y especializados. Así se acentuó la participación de expertos en las distintas disciplinas que cubren las líneas de base, perdiéndose el sentido unitario de una evaluación ambiental.
Estos cambios fueron positivos para la profundidad y calidad de los temas tratados, sin embargo, se perdió la visión de conjunto que necesariamente debían tener los estudios ambientales. Creemos que éstos deben recuperar su condición de inicio, donde se daba importancia a la narración y al manejo de una visión integradora de la realidad, insertando los proyectos en una cosmovisión que provenga de la historia del territorio y su ocupación humana. Es la mejor respuesta a la gran lección heredada de los pueblos indígenas de América; la sociedad necesita recuperar su cosmovisión.
Columna publicada en InduAmbiente N° 171 (julio-agosto 2021), pág. 36.