Escribo esta columna durante el evento de intensas lluvias que ha tenido la zona central durante el mes de enero, cuyas precipitaciones muestran resultados que prácticamente nunca antes se habían visto. Se informa que, hasta el 30 de enero, las lluvias corresponderían a 31,4 mm, medidos en Quinta Normal, un 9,2% del total de un año normal. Este hecho podría hacer creer a muchas personas que la sequía ha terminado y empieza otro ciclo de abundante agua. Sin embargo, como dice el refrán popular, una golondrina no hace verano.
Sería muy erróneo olvidar que todos los estudios científicos sobre el medio ambiente nos indican que tendremos serios efectos por el cambio climático con aumentos de temperatura entre 1,5 a 2,5 °C y ausencia de precipitaciones. Como hemos señalado en otras oportunidades, lo que está en juego es la seguridad hídrica, y en el caso más grave, el suministro de agua potable para la población.
Hasta ahora, se ha soslayado la criticidad en base a declaraciones de emergencia hídrica y adquisiciones de derechos desde la agricultura hacia la producción de agua potable, pero esta estrategia podría no ser sustentable en el largo plazo. El estudio de actualización del balance hídrico nacional realizado por la Universidad de Chile y la Universidad Católica para la DGA comparó el período 1955-1985 respecto del 1985-2015. Éste constata una baja acentuada del recurso hídrico en las cuencas de Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule, con disminución de sus caudales entre 13 al 37%. Y respecto del país, se observa algo similar con excepción de algunos cuerpos fluviales, entre ellos el Biobío y el Imperial.
La explicación de esta disminución se correlaciona directamente con la ausencia de precipitaciones, sin dejar de reconocer que existen otros factores. Para el 2050, dependiendo del modelo que se considere, la disminución podría alcanzar hasta el 50%. La población de la zona central sería la más afectada.
Este escenario obliga a definir una estrategia de mayor alcance. Para ello es necesario implementar con urgencia acciones que permitan la administración de cuencas hidrográficas, con una mirada integral del uso de los recursos. Chile por su larga y variada geografía requiere de una gestión que pueda compatibilizar intereses regionales y nacionales, donde la prioridad la debe tener la seguridad hídrica de la población, y a partir de ésta se pueda disponer de agua para los sectores productivos. Este planteamiento se ha repetido muchas veces, pero lamentablemente no se pueden constatar avances en la gestión hídrica que estén a la altura del desafío que señalan los estudios. Cada año que se pierde irá pesando gravemente en las generaciones futuras, por lo que urge que el problema de escasez de agua sea considerado como parte del desarrollo nacional.
Columna publicada en InduAmbiente N° 168 (enero-febrero 2021), pág. 65.