La industria salmonera es clave para el país, considerando que representa el 10% del total de las exportaciones nacionales. De ahí la importancia de asegurar su nivel sanitario, por lo que controlar el ataque del ectoparásito Caligus rogercresseyi, también conocido como piojo de mar o “cáligus” es fundamental.
En la última década la salmonicultura chilena se ha visto afectada por un aumento en la ocurrencia de esta plaga. Una situación que ha generado pérdidas sustanciales vinculadas con el incremento de la mortalidad de los peces, debido al aumento de la predisposición a infecciones secundarias y a los altos costos asociados al tratamiento y control de este parásito.
Ante este escenario, Fundación Chile y Marine Harvest trabajan de forma conjunta en un proyecto que emplea el róbalo (Eleginops maclovinus), pez nativo del país, como biocontrolador del cáligus en el salmón de cultivo.
Opción Eficaz
Estudios realizados en Chile han demostrado un mínimo de 40% de eficacia de la utilización de este pez como biocontrolador del piojo de mar en salmones. El proyecto apuntó, en primera instancia, a confirmar dicha hipótesis.
Con posterioridad, se realizaron bioensayos para definir el número idóneo de ejemplares de róbalo por unidad de salmón para la obtención de resultados positivos. Adicionalmente, se investigó la interacción de la especie nativa con salmones de distintas tallas y el efecto del uso de diferentes densidades de cultivo sobre los niveles de biocontrolación.
Luego de todas estas acciones, las conclusiones arrojaron una biocontrolación de al menos un 40% de la carga parasitaria. Así lo afirma Juan Carlos Sánchez, Jefe de Desarrollo de la Estación Experimental Quillaipe de Fundación Chile.
Según el experto, el proyecto tiene como propósito final reducir la aplicación de antiparasitarios en el control del cáligus. “En la industria se habla mucho de la resistencia que generan los químicos hoy utilizados para el control de la caligidosis. El objetivo del aprovechamiento de peces limpiadores es generar una alternativa al empleo de dichos productos, utilizando un control biológico externo con efecto permanente”, explica.
Asimismo, Sánchez destaca la contribución del uso del róbalo en términos de sustentabilidad: “Se trata de un tratamiento que no se ve afectado por la resistencia que genera el parásito a los productos químicos que se aplican. Según nuestras investigaciones, funcionaría como un método complementario a los actuales, reduciendo el número de baños, lo que permitiría disminuir costos y el efecto ambiental de la actividad”.
A Escala Comercial
El proyecto ha involucrado una inversión de alrededor de $240 millones entre aportes públicos y privados. Comenzó a ejecutarse en junio de 2012 y se prolongará estimativamente hasta 2017. En su implementación han colaborado, además, instituciones como Innova Chile, de Corfo, y Fundación Copec UC.
Por el momento, las pruebas se han efectuado a nivel experimental en solo un centro de producción. Sin embargo, según Juan Carlos Sánchez, se espera llevar a cabo procedimientos a escala productiva a fines de 2016, con lo que se pretende incorporar la utilización del róbalo como un apoyo real a la industria de salmonicultura.
De modo paralelo, Fundación Chile y Marine Harvest trabajan en la optimización del proceso de producción de peces biocontroladores. Así, en el marco del proyecto “Producción de peces biocontroladores en balsa jaula”, co-financiado por Fundación Copec-UC, se desarrollarán estrategias de cultivo con costos eficientes, permitiendo obtener el mayor potencial de biocontrolación del róbalo como base para un escalamiento comercial exitoso.
Lea este artículo completo en Revista InduAmbiente N° 135, pág. 20-21.