Comer salmón en sus distintas preparaciones es un disfrute para la mayoría de nosotros. Su delicioso sabor resulta incuestionable. No se puede decir lo mismo, a juicio de actores del propio rubro, de la gestión ambiental y sanitaria implementada históricamente por esta industria en Chile. Aunque tras la hecatombe productiva que ocasionó no hace mucho la masiva propagación del virus ISA a través de los centros de cultivo, la salmonicultura nacional exhibe un mayor compromiso en estos temas.
Lo anterior se ha ido reflejando en distintos ámbitos, como por ejemplo en el lavado de las redes utilizadas en los centros de cultivo. Al respecto, el documento “Evaluación ambiental de las actividades de lavado in situ en la acuicultura”, desarrollado por el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) a requerimiento de la Subsecretaría de Pesca, señala que “las empresas productoras de salmón, con su creciente actividad, tienen la permanente necesidad de incorporar a sus procesos productivos nuevas tecnologías que permitan aumentar sus rendimientos con sustentabilidad y responsabilidad ambiental”.
Remoción de Incrustantes
Contextualizando, el reporte precisa que una de las principales dificultades que enfrenta la industria del salmón, desde el punto de vista productivo, es la adherencia en las jaulas de cultivo de material biológico denominado incrustantes o adherencia viva. Esta situación genera tres efectos negativos en el hábitat de los peces: La deformación de la red y fatiga de material debido al peso extra que debe contener la estructura; la restricción del intercambio de agua al obstruirse el flujo a través de la red (de 30 a 40%); y una mayor vulnerabilidad de los salmones a enfermedades, puesto que las comunidades de organismos incrustantes actúan como un reservorio de patógenos.
Históricamente, el medio de control de incrustantes más ampliamente usado ha sido el de las pinturas especiales elaboradas para tal efecto. Estas lixivian compuestos biocidas como metales pesados y biocidas orgánicos sobre las superficies, produciendo una fina capa tóxica que evita la fijación de incrustantes. “Sin embargo, muchos de los químicos y metales pesados utilizados en estas pinturas son reconocidos como peligrosos para el medio ambiente, con efectos perjudiciales sobre la supervivencia y el crecimiento de moluscos”, se asegura en el informe del IFOP.
El documento también precisa que en el Reglamento Ambiental para la Acuicultura se establece la posibilidad de realizar lavado de redes in situ como medida de control de bio-incrustantes bajo dos sistemas: con aspirado con retención de sólidos (LCR) y con un sistema distinto al anterior.
De acuerdo al trabajo del IFOP, como medida de control de incrustantes, un 12.4% de 25 de las 27 empresas salmoneras que operan en el país, lava sus redes sin retención de sólidos y un 4.2% utiliza este sistema para algunos de sus centros y para otros impregna redes con anti-incrustantes. Del porcentaje restante, un 4.2% no impregna y lava en tierra, y un 79.2% realiza impregnación de la totalidad de sus redes con pinturas anti-incrustantes. “Es decir, el lavado sin retención de sólidos es aún incipiente en nuestro país”, concluye el reporte.
Ahí se señala también que las 26 empresas salmoneras que realizan lavado in situ de redes, más otras 5 que son prestadoras de este servicio, emplean sólo dos sistemas de lavado: Lavado de redes in situ sin retención de sólidos (LSR), a través del empleo de hidrolavadoras, que ofrece la mayoría de las empresas de servicio y salmoneras; y lavado de redes in situ con retención de sólidos (LCR), con aspirado, esterilización y tratamiento de residuos, que utilizan sólo dos empresas.
Lea este artículo completo en InduAmbiente 124, páginas 62-63.