¿Cómo le vendría a su empresa disminuir el consumo eléctrico en un 30%, y el de gas en un 90%? Nada de mal, seguramente.
Pues bien, esos son algunos de los notables beneficios que ha obtenido la Viña Los Maquis gracias a la incorporación de una bomba de calor geotérmica en sus procesos.
El proyecto, apoyado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y cofinanciado por el Fondo de Innovación para la Competitividad del Gobierno Regional de O’Higgins, es el primero en su tipo que se concreta en el sector, y considerando sus excelentes resultados podría ser replicado en otras empresas agroindustriales.
A continuación, se describen los principales aspectos técnicos de este interesante proyecto.
¿Cómo Opera?
En términos generales, la iniciativa consistió en intervenir una sala de máquinas de una bodega de vino para implementar la tecnología de bombas de calor geotérmica, asociada a un sistema de control, transferencia y acumulación de energía. El objetivo principal era recuperar energía de procesos con requerimiento de frío y transferirla a procesos con necesidades de calor.
Joaquín Riesco, Jefe de Proyectos de Viña Maquis, explica: “La bomba de calor geotérmica utiliza como fuente de energía agua a 16,8 °C ubicada en un pozo a 100 metros de profundidad. Con ella, esta nueva tecnología es capaz de generar agua a temperaturas de 5 °C a 40 °C que es utilizada para los distintos procesos que ocurren en una bodega de vinos. Cuando necesitamos sólo agua caliente, la máquina le saca energía al agua del pozo y la incorpora al sistema. Cuando necesitamos sólo frío, la bomba de calor le saca energía al sistema y se la entrega al agua proveniente del pozo. Lo interesante es cuando ocurre la simultaneidad; es ahí cuando la bomba de calor geotérmica es capaz de transferir energía calórica de unas cubas a otras sin la necesidad de usar el agua del pozo. Básicamente es como si pudiéramos aprovechar la energía calórica que se extrae del interior de un refrigerador para entregársela a una plancha. Es decir, podríamos enfriar y planchar con una sola máquina”.
El arquitecto añade que la bomba de calor provee agua caliente para controlar temperaturas de las cubas inoxidables en invierno y para lavar cubas y barricas. A su vez, provee agua fría para controlar la temperatura de las cubas en verano y además para climatizar las bodegas de guarda.
Proyecto Replicable
Este sistema ha operado ininterrumpidamente desde febrero de 2013, sin mayores inconvenientes. “Tuvimos algunas dificultades que se fueron arreglando a medida que conocíamos mejor el funcionamiento de la bomba, pero detalles muy pequeños que no influyeron en su operación. Como toda máquina en nuestra bodega, le realizamos una mantención preventiva anualmente”, apunta Riesco.
Hasta la fecha este proyecto ha generado claros beneficios como son la disminución en un 90% del consumo de gas utilizado en las calderas con las que habitualmente se genera calor en las viñas y en un 30% del consumo eléctrico de los chillers que se ocupan comúnmente para enfriar. Ello se ha traducido en ahorros económicos y también en beneficios ambientales como la reducción de la huella de carbono, todo lo cual representa una ventaja comparativa para la empresa.
Considerando estas ventajas, el ejecutivo comenta: “Nuestro proyecto más ambicioso es poder replicar e incorporar esta tecnología en toda la industria que requiera frío o calor durante su ciclo productivo. Queremos convertirnos en un referente y ejemplo de esta tecnología, y en ese sentido Viña Maquis está abierta a recibir visitas para incentivar el uso de las bombas de calor geotérmicas en nuestro país”.
En esa misma línea, el Seremi de Energía de la región de O’Higgins, Jorge Olivares, señala que este tipo de iniciativas “son muy importantes para la agricultura y para la producción vitivinícola. Podemos ver en terreno una experiencia que está entregando aportes reales para la industria y que además se alinea por completo a la política energética del país con respecto al uso eficiente de los recursos”.
Revise este artículo en Revista InduAmbiente N° 129, pág. 20 - 21.