Concuerdan los expertos en que el cambio climático llegó para quedarse. Y, como uno de sus impactos directos sobre el país, se prevé un avance de la desertificación que alcanzará –incluso– a la capital.
Frente a este panorama, ¿cómo se desarrollará la agricultura en las próximas décadas? Investigadores de diversos organismos trabajan en el desarrollo de soluciones que permitan adaptarse y sobrevivir a este rubro de la economía, que ocupa cerca del 80% del consumo de agua fresca a nivel nacional.
En esa dirección, el Centro de Información de Recursos Naturales (CIREN) realizó, con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), un proyecto dirigido a optimizar la producción de frutillas en cuatro comunas de la provincia de Melipilla. La iniciativa, denominada “Incorporación de tecnología WMS (Web Map Service) en sistemas de acumulación de agua para la producción de frutillas en las comunas de Alhué, María Pinto, Melipilla y San Pedro”, tuvo el propósito de desarrollar nuevas posibilidades de captación y almacenamiento de agua, para lograr mejoras en el manejo del riego y, de este modo, permitir una mayor rentabilidad en el cultivo del producto.
El plan, que se extendió entre noviembre de 2013 y abril de 2015, se inició con un levantamiento catastral de información a través del sistema WMS. Éste determinó que en los cuatro municipios existían 462 productores, con un total de 680 hectáreas de frutillas plantadas. Una de las metas definidas fue aumentar esta cifra en 144 hectáreas, con el fin de llegar a 824 hectáreas cultivadas.
Hidroacumuladores
Un aspecto central del programa fue la instalación de dos módulos experimentales de hidroacumulación, que almacenan hasta 100 metros cúbicos de agua. Estos sistemas acoplados de cisternas flexibles permitieron a los productores obtener una importante reserva en episodios de escasez hídrica.
Ambos depósitos se potenciaron por medio de la instalación de paneles fotovoltaicos, que se conectaron a las bombas de extracción del agua. Ello posibilitó un considerable descenso en los costos de consumo eléctrico, junto con aportar a la protección del medio ambiente vía generación de energía renovable.
Juan Pablo López, Director Ejecutivo de CIREN, comenta: “Si bien es cierto, la tecnología de cisternas flexibles está disponible hace más de 50 años en el mundo, fuimos pioneros en su aplicación al cultivo de frutilla en Chile, e incorporamos y acoplamos conceptos innovadores de agrohidrología y sistemas de energías limpias”.
En su opinión, Chile, pese a la situación de escasez que atraviesa, es un país que invierte muy poco en proyectos de investigación hídrica y, sumado a ello, dicho enfoque está cambiando demasiado lento.
“Solo una cifra a destacar: el Banco Mundial estima que Latinoamérica deberá destinar 0,27% de su PIB en cambio climático. Por consiguiente, esto nos impone tareas y desafíos para alcanzar tales indicadores de inversión”, agrega.
Las cisternas utilizadas en el proyecto son envases flexibles de almacenamiento hídrico estático. Las opciones disponibles en el mercado tienen distintas capacidades, que van desde 5 mil litros (5 m3) a los 500.000 mil litros (500 m3). “Hay incluso algunas que pueden llegar a capacidades de almacenamiento de los 2 millones de litros. Son utilizadas para el uso agrícola o industrial”, añade López.
Cada hidroacumulador está constituido por una capa interna de polietileno de baja densidad (PEBD), de 180 micrones de espesor, que se une al resto de la estructura mediante soldaduras por el sistema de ultrasonido. Esta capa, a su vez, está protegida por una cobertura externa de tejido de poliéster revestido en policloruro de vinilo (PVC), “lo que ofrece resistencia mecánica al producto e impide que éste tome contacto con el líquido a transportar”, precisa el Director Ejecutivo de CIREN.
Lea este artículo completo en Revista InduAmbiente N° 135, páginas 22 a 24.