En nuestro país hay más de 340 mil hectáreas de plantaciones de frutas, pero en ninguna de ellas se desarrolla la que más consumen los chilenos: el plátano, importado en su gran mayoría desde Ecuador.
Chile, en cambio, es líder en exportaciones de uvas, cerezas, arándanos y ciruelas en el segmento de frutas frescas.
Para el óptimo crecimiento de estos cultivos es fundamental que los productores cuenten con agua suficiente y de calidad. Y con métodos de riego que permitan su empleo de manera eficiente. En ese contexto, de acuerdo al Catastro Frutícola 2019, el 62% de la superficie plantada con estos cultivos se encontraba bajo riego por goteo.
Dando una visión general, Federico Errázuriz, Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Riego (CNR), comenta que “en Chile tenemos una verdadera política de Estado, de cooperación y colaboración público-privada por más de 30 años, en materia de riego. Ese es el trabajo que hacemos en la CNR a través de la Ley de Fomento al Riego (Ley Nº18.450), que cofinancia iniciativas privadas y que en 2020 destinará $120.000 millones en inversión pública para hacer uso eficiente del agua, ya sea en el riego mismo o en la conducción y distribución del recurso”.
Errázuriz destaca que a nivel nacional existe una amplia superficie tecnificada, lo que pone al país “a la vanguardia en la adopción de nuevas tecnologías, especialmente en materia de riego localizado. Esto último, más el uso de sensores, la medición y la capacitación de cómo regar son temas que tendrán mucha fuerza en los próximos años”.
Efecto Sequía
De acuerdo a los resultados de la encuesta “Impacto de la Sequía en la Fruticultura Chilena”, realizada por la Federación de Productores de Fruta de Chile (Fedefruta) en zonas con escasez hídrica en 2019, el 87,5% de los consultados (375 en total) manifestó que el escenario a causa de la crisis hídrica era “delicado” o “insostenible”. A esa fecha, el 58,9% de los fruticultores, por la falta de agua en los predios, tenía planificado dejar de regar al menos un 20% de sus hectáreas de frutales.
Pese a lo anterior, el 86% de los sondeados planteó que la incorporación de tecnologías de riego como sensores, manejo de bigdata o riego tecnificado ha ayudado o ayudará, aunque sea en parte, a sortear la problemática situación.
En otra mirada, la Dra. Carolina Lizana, académica e investigadora del Instituto de Producción y Sanidad Vegetal de la Universidad Austral de Chile (UACh), aseguró en una columna que, pese a las consecuencias ya patentes del cambio climático, se ha producido una intensificación de la agricultura en Chile, especialmente en la zona sur. Esto ha significado que “la superficie regada de cultivos ha tenido un aumento sostenido desde la región de La Araucanía al sur de nuestro país. Los métodos gravitacionales, como inundación o surco siguen siendo la principal forma de regar. No obstante, la superficie bajo riego por aspersión y localizado ha aumentado junto con la expansión de frutales, así como el uso de sistemas de riego mecánico mayores de baja frecuencia, como son el de aspersión y pivote en cultivos anuales y praderas”.
Más allá de las tecnologías, la Asociación Gremial de Riego y Drenaje (Agryd) plantea en un documento que “en relación al riego y su efectividad en la producción frutícola es importante tener en cuenta la disponibilidad de agua, su calidad química y biológica, conocer la especie plantada, la variedad y densidad de plantación, los períodos fenológicos críticos de cada especie y el instrumental que ayude a la programación y control del riego”.
En el mismo sentido, la especialista de la UACh afirma que se requiere abordar algunos aspectos claves para lograr un uso eficiente de agua en el sector frutícola y en la industria agrícola en general. Especifica los desafíos:
• Zonificar los cultivos de acuerdo a sus requerimientos climáticos, ajustados a la realidad hídrica de cada cuenca y así optimizar el uso de estos recursos.
• Cuantificar correctamente los requerimientos hídricos de los cultivos, considerando las características de clima, suelo y etapas fenológicas.
• Conocer la dinámica del agua y nutrientes en suelos de origen volcánico, que representan el 60% de los suelos arables en Chile, y que son la base de la agricultura del sur del país.
• Validar modelos hidrológicos y de simulación de cultivos, herramientas que deben utilizarse para evaluar los efectos del cambio climático en las plantaciones para proponer medidas de adaptación a los escenarios futuros.
• Mejorar las competencias en el uso de sistemas de riego altamente tecnificados y eficientes en el uso del agua, que utilizan información de sensores y estaciones meteorológicas.
Estrategias Agronómicas
Considerando también el escenario de sequía que enfrenta parte importante del país, que ha implicado en los últimos años una disminución del 70% de la disponibilidad de agua para riego en la zona central, Carlos Zúñiga y Jaime Otárola, Investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), proponen algunas estrategias agronómicas para aumentar la eficiencia en el riego.
A continuación, se puntualizan:
• Antes de la plantación
- Elegir los cultivos en función de las condiciones edafoclimáticas:
Para maximizar la productividad se debe realizar la elección de la especie y de la combinación variedad/portainjerto teniendo en cuenta, además de aspectos económicos y comerciales, las condiciones climáticas: horas de frío, período libre de heladas, días grado y la demanda atmosférica. Y también de suelo: características químicas y físicas y su variabilidad, de manera que, bajo una determinada disponibilidad hídrica, éstas no sean limitantes para que el cultivo seleccionado manifieste su máximo potencial productivo.
- Sectorizar de acuerdo a condiciones físicas del suelo:
Para lograr un buen manejo de riego se necesita contar con un mapa o plano de suelos donde se agrupen los sectores similares, de acuerdo a las propiedades físicas del suelo, que van a definir la cantidad de agua fácilmente aprovechable por las plantas. “Según estos planos se determinan los suelos predominantes y más representativos para cada sector de riego para lograr una distribución más uniforme y eficiente del riego”, precisan.
- Considerar oferta y demanda de agua del predio y elección del método de riego:
Conocer la disponibilidad de agua del predio y la eficiencia del sistema es clave para definir la superficie que efectivamente se puede regar en el largo plazo. “Es necesario analizar la oferta y demanda de agua a nivel predial para finalmente definir el método de riego a utilizar. La relación entre la cantidad de agua que sale del punto de suministro y la que realmente aprovechan las plantas es lo que se denomina eficiencia de aplicación. Se expresa mediante un porcentaje y difiere entre sistemas de riego”, plantean los expertos.
• En Plena Producción
- Programar el riego a través de balances hídricos:
Para ocupar el agua de manera más eficiente se debe programar el riego considerando la demanda evapotranspirativa de la atmósfera. Este valor se puede obtener de la red de estaciones meteorológicas automáticas del INIA que están disponibles en internet (www.agromet.cl). Es necesario, además, tener en cuenta el estado de desarrollo del cultivo. A través de imágenes satelitales se consigue el coeficiente de cultivo de cada especie en particular.
INIA, junto con otras universidades nacionales, está desarrollando una Plataforma Agrícola Satelital (PLAS), de acceso público, para determinar los requerimientos hídricos a nivel predial.
- Controlar el riego:
Es indispensable también tener un sistema de control del riego a través de calicatas periódicas y de sensores de humedad de suelo. “Esto también puede apoyarse con mediciones del estado hídrico de las plantas mediante el uso de una cámara de presión tipo Scholander”, señalan.
Opciones Complementarias
Los investigadores del INIA sugieren también aplicar prácticas de manejo de riego complementarias que ayuden a reducir el consumo de agua en períodos de escasez. Un caso es el riego deficitario controlado, que consiste en usar menos agua en ciertos períodos del desarrollo de la planta. “Por ejemplo, hacerlo en un determinado porcentaje en postcosecha es de gran ayuda, ya que en los meses estivales la disponibilidad de agua alcanza un mínimo anual”, indican.
Otras alternativas permiten reducir la evaporación directa desde el suelo sin afectar a las plantas. Aportan detalles: “Una estrategia es efectuar riegos de mayor duración, pero menos frecuentes para disminuir el agua en superficie y, por lo tanto, la evaporación del suelo. El uso de sistema de riego por goteo genera el mismo efecto al disminuir la superficie de suelo mojada”.
Se pueden, asimismo, utilizar mallas o cubiertas plásticas sobre los cultivos que disminuyen la demanda hídrica en un 25 a 30%. Lo mismo en tranques de acumulación de agua para disminuir la evaporación directa. “También es necesario considerar su revestimiento para evitar pérdidas por filtraciones”, especifican.
Artículo publicado en InduAmbiente N° 166 (septiembre-octubre 2020), págs. 14-16.