Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Recuperación post Carbón

Recuperación post Carbón

¿Qué medidas se están adoptando y se debieran aplicar para remediar y recuperar los sitios donde operaban centrales a carbón?



Desde 2019 hasta la fecha, once centrales termoeléctricas a carbón han dejado de operar en Chile, como consecuencia del acuerdo de retiro voluntario suscrito el año previo entre las empresas generadoras y el Gobierno para transitar hacia una matriz energética más sustentable y contribuir a la descontaminación de los territorios.

Dicho convenio planteó el cese definitivo de las 28 plantas de este tipo que existían en el país en ese entonces, con un calendario gradual de salidas del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) que concluiría a más tardar en el año 2040. Y si bien se han registrado avances relevantes, que incluso han adelantado los compromisos adquiridos inicialmente por algunas compañías, hay un tema que causa inquietud: ¿se están adoptando las medidas necesarias para cerrar, remediar y/o recuperar de forma adecuada los sitios en que han dejado de funcionar estas plantas?

Así lo expresó, por ejemplo, la coalición "Chao Carbón" (conformada por organizaciones socioambientales de Tocopilla, Mejillones, Huasco, Quintero-Puchuncaví y Coronel, otras de alcance nacional y el Colegio Médico) cuando en julio pasado denunció que "la transición se está dando sin justicia: sin planes de cierre y abandono, sin remediación ambiental o social y sin participación de las comunidades, en las decisiones sobre el futuro de los territorios".

Por el contrario, las empresas generadoras aseguran que sí ha existido y existe preocupación por estos temas.

A continuación, presentamos argumentos que sostienen ambas posturas, así como algunas consideraciones técnicas sobre los aspectos que se debieran tener en cuenta para recuperar los sitios utilizados por las centrales a carbón.

Inquietudes pendientes

Haciendo un balance general, en Chile Sustentable -organización no gubernamental que integra la coalición "Chao Carbón"- evalúan el proceso de cierre de las termoeléctricas "de manera positiva, ya que ha habido un avance más acelerado del inicialmente comprometido. En 2019, el acuerdo voluntario entre el Gobierno y las empresas propuso el cierre anticipado de 8 centrales para 2025 y el resto hacia 2040. Sin embargo, hasta la fecha, han cerrado 11 centrales, y se espera que otras 9 lo hagan para 2025. Esto significaría que 20 centrales termoeléctricas a carbón estarían cerradas o reconvertidas hacia finales de 2025, lo que es mucho más ambicioso que el cronograma original".

No obstante, advierten: "Aún queda el desafío de establecer un cronograma claro y seguro respecto a lo que ocurrirá con las otras ocho centrales termoeléctricas: las cinco centrales de Guacolda en Huasco, Cochrane 1 y 2 de AES, y la central Santa María de Colbún en Coronel, que esperamos puedan cerrarse o reconvertirse a más tardar en 2030".

Luego, expresan su inquietud por la forma en que se están desarrollando los procesos de cierre de las centrales que ya han dejado de operar: "Estamos muy preocupados porque ese proceso se ha llevado a cabo sin la debida atención a la remediación de los pasivos ambientales en los territorios y comunas donde operaban estas centrales".

Al respecto, detallan que algunas "afectaciones ambientales están relacionadas con los depósitos de ceniza, las canchas de carbón, los ductos de enfriamiento y otras infraestructuras de las centrales, cuyo impacto ambiental es significativo. Sin embargo, a medida que las centrales han ido cerrando, no hemos visto avances relevantes en estos temas, lo que nos preocupa mucho. Es esencial que este proceso sea justo y sostenible".

Desde Chile Sustentable plantean que, para corregir esos problemas e impulsar una transición energética justa, "las autoridades deberían exigir a cada central que ya ha cerrado, o que está próxima a cerrar, la presentación de un plan de cierre evaluado y aprobado por la autoridad ambiental. Este plan debe incluir los lineamientos, acciones y compromisos que brinden certeza sobre cómo se abordarán los pasivos ambientales en los territorios y cómo se remediarán las afectaciones ambientales y comunitarias. Además, deberían implementarse medidas compensatorias para las comunidades afectadas".

Información entregada por el Ministerio de Energía para un reportaje de El Mostrador, publicado en agosto pasado, señala que solo 6 de las 28 unidades a carbón que estaban conectadas al sistema eléctrico en 2019 cuentan con una resolución de calificación ambiental (RCA) que les exige presentar un plan de cierre antes de iniciar el abandono. Otras 15 plantas señalan en sus RCA que probablemente se reacondicionen o reconviertan a otra tecnología de generación, mientras que las 7 restantes no disponen de RCA asociada al proyecto original.

"Sin perjuicio de lo anterior, en el contexto del Plan de Descarbonización que será publicado durante las próximas semanas (cuestión que hasta el cierre de esta edición aún no ocurría), se establecerán acciones orientadas a que el Servicio de Evaluación Ambiental instruya a las empresas en el procedimiento a seguir en caso de cierre o reconversión de unidades a carbón", anunciaban desde la cartera. Y añadían que los Programas de Recuperación Ambiental y Social (PRAS) impulsados por el Gobierno en las comunas donde se emplazan las termoeléctricas entregan un marco para acompañar el proceso de cierre de estas plantas y desarrollar eventuales planes de remediación y rehabilitación de los terrenos.

Además, con respecto a la inclusión de la ciudadanía en estas iniciativas, desde el Ministerio de Energía aseguraban: "Promovemos que las empresas tengan procesos de participación tempranos, oportunos y permanentes y que en ellos consideren los impactos que las acciones de las empresas puedan tener en las comunidades vecinas, de manera de contemplar medidas adecuadas de prevención o mitigación".

Revegetación y más

De las 11 termoeléctricas a carbón que ya salieron del SEN, tres pertenecen a Enel Generación: la central Tarapacá, emplazada en la región del mismo nombre, que dejó de funcionar en diciembre de 2019; y el complejo Bocamina 1 y 2, en Coronel, que terminó de operar en septiembre de 2022.

¿Qué ha ocurrido en los sitios que ocupaban esas plantas? Desde la compañía responden: "Desde que las unidades cesaron sus operaciones totalmente y luego de poner cada una de las instalaciones en seguridad, diversos equipos están evaluando, diseñando y desarrollando proyectos de desmantelamiento, los cuales, de acuerdo con su naturaleza, darán total cumplimiento a la normativa vigente y serán sometidos a evaluación ambiental si fuese necesario. La ejecución de estos proyectos de desmantelamiento, por cierto, se ajustarán cabalmente a las resoluciones de calificación ambiental de cada uno y que consideraron las condiciones de construcción, operación y abandono de estas instalaciones".

Añaden que están trabajando en los proyectos de cierre de la central Tarapacá y del vertedero de cenizas de Bocamina. El destino del resto de las instalaciones de esta última central está en proceso de definición, para lo cual se están analizando las alternativas existentes en cada caso, entre las que figura, por ejemplo, la posible revalorización de los domos del complejo para otros usos industriales, en línea con la economía circular.

Con respecto a la mitigación de los eventuales impactos socioambientales de estas acciones, desde Enel Generación aseguran que "cualquier proyecto y/o iniciativa vinculada al proceso de cierre, será evaluado y diseñado en base a la normativa ambiental vigente, involucrando siempre a las comunidades".

De igual manera, aseveran que los terrenos desocupados serán dispuestos cumpliendo de manera estricta las licencias ambientales y la legislación aplicable. A modo de ejemplo citan el proceso de cierre del vertedero de cenizas del complejo Bocamina, que se inició una vez que la central cesó sus operaciones y se desarrolló siguiendo su respectiva resolución de calificación ambiental. "En ese sitio, se aplicó, desde el año 2019, un plan de cierre inédito en el país, consistente en un proceso de revegetación integral de toda la instalación. Para esta iniciativa, se aplicó tecnología de vanguardia para la impermeabilización integral del terreno. El proyecto involucró la utilización de innovadoras técnicas para la preparación del suelo que fue revegetado, considerando el relleno de materiales divididos en cinco capas, incluyendo geoceldas, geodrenes, geomembranas, relleno con sedimentos y sustratos, para así cubrir las cenizas inertes acopiadas por el funcionamiento de la central y poder plantar diferentes especies de árboles, plantas y arbustos, sobre un material adecuado", detallan.

Agregan que dicho plan de revegetación contempló la reconversión del terreno en una potencial área de patrimonio ambiental, solo con especies endémicas de la zona. "El ex vertedero, hoy convertido en un sector revegetado, tiene un área total de aproximadamente 10 hectáreas. Esta iniciativa fue liderada por profesionales de Enel Generación, auditados en su oportunidad por el EULA y asesorados permanentemente por especialistas de Foresta Nativa de la Universidad de Concepción", resaltan.

En cuanto al involucramiento de las comunidades con que comparten territorio en el desarrollo de estos planes de remediación y cierre, en la compañía enfatizan: "Para nuestra empresa y para cualquier proyecto en el que esté involucrada, las personas y comunidades son actores fundamentales y siempre están en el centro de las decisiones y acciones que se adopten. Es así que en todo lo relacionado con el cese de operaciones de todas nuestras ex centrales a carbón, las comunidades fueron parte relevante a considerar, dando cumplimiento a todos los compromisos laborales, de seguridad ocupacional y ambiental, buscando alternativas que permitan, la eventual utilización sostenible e innovadora de la infraestructura existente".

BESS y Condensador

Otra de las empresas generadoras que ha desconectado plantas termoeléctricas a carbón es Engie Chile, que entre junio de 2019 y septiembre de 2022 dejó de operar cuatro unidades del Complejo Térmico Tocopilla (CTT), en la región de Antofagasta. En este caso, la empresa ha apuntado a recuperar los sitios para darle otros usos.

Así lo destacan desde la compañía: "En los últimos cinco años, hemos avanzado significativamente en la transición hacia una matriz energética más limpia, cerrando centrales termoeléctricas equivalentes a 440 MW de energía generada a carbón y, en paralelo, desarrollando proyectos de energía renovable y de almacenamiento. Una de las piedras angulares de este proceso ha sido entregarle una nueva vida a los sitios donde operaban nuestras antiguas unidades a carbón apostando por el desarrollo de nuevas tecnologías".

Enseguida detallan: "En el caso del Complejo Térmico de Tocopilla (CTT), en el cual la última unidad a carbón se desconectó en septiembre de 2022, las unidades N° 12 y Nº 13 fueron totalmente desmanteladas, siendo uno de los mayores trabajos de su tipo en la historia de Chile, lo cual fue realizado sin accidentes y en plazo propuesto. Precisamente en ese lugar actualmente estamos construyendo un sistema de almacenamiento de energía en base a baterías –denominado BESS Tocopilla– de 660 MWh/año, el cual una vez que entre en operación será el de mayor capacidad con esta tecnología de Engie en Latinoamérica".

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Desarme de las unidades 12 y 13 del Complejo Térmico Tocopilla. (Foto: Engie Chile)

Además, el terreno y las instalaciones donde operaba la Unidad N° 15 (edificios, sala de control, generador, servicios auxiliares y punto de conexión) se reutilizarán para implementar una tecnología inédita en Chile: un condensador síncrono.

Este proyecto fue adjudicado a la empresa por el Coordinador Eléctrico Nacional (CEN), en el marco de la licitación de Servicios Complementarios de Control de Tensión, y permitirá integrar las energías renovables variables y dar mayor estabilidad al Sistema Eléctrico Nacional (SEN), haciendo un aporte relevante a la transición energética. Según lo indicado por el Coordinador Eléctrico Nacional, se espera que la prestación de estos servicios comience durante 2027 y tenga una vida útil de 25 años.

El condensador síncrono es una máquina eléctrica rotativa, que no depende de combustibles fósiles para operar, y su principal función es ajustar las condiciones fluctuantes de la red eléctrica, siendo capaz de suministrar o absorber energía reactiva, brindando soporte en caso de fallas. Esta tecnología operará de manera ininterrumpida y permitirá mantener durante más tiempo el uso de fuentes renovables reduciendo el despacho forzado de otras unidades generadoras que generan emisiones contaminantes.

"De esta forma, no sólo estamos dándole un nuevo uso al CTT y aportando a la seguridad y flexibilidad del Sistema Eléctrico Nacional, sino que también continuamos contribuyendo al desarrollo de la comuna y de sus vecinos y vecinas", subrayan en Engie Chile.

En relación con los procesos de reconversión energética de estas y otras centrales a carbón, desde Chile Sustentable señalan que deberían "orientarse hacia tecnologías completamente alejadas del uso de este combustible. En ese sentido, consideramos que es contradictorio a cualquier plan de descarbonización y al cumplimiento de las metas climáticas reconvertir a tecnologías como la co-combustión de carbón y amoníaco. Esta opción -presentada por la empresa Guacolda Energía- solo reduce parcialmente la quema de carbón, pero perpetúa su uso, con los consecuentes impactos negativos sobre la salud y el medio ambiente".

Pasos para remediar

Para recuperar de manera adecuada los sitios ocupados por las plantas termoeléctricas a carbón, las empresas generadoras -sea cual sea el destino que definan para esos terrenos e instalaciones- debieran considerar acciones de remediación ambiental.

En ese contexto, conviene saber cómo desarrollar de manera apropiada un proyecto de este tipo. Maurice Menadier, Gerente de Servicios Ambientales para Latinoamérica de Séché Group Chile, empresa especializada en la materia, indica que a grandes rasgos, el método habitual considera los siguientes pasos:

• Estudio histórico: Su objetivo es comprender la evolución de la actividad en el emplazamiento a lo largo del tiempo e identificar posibles fuentes de contaminación.

• Análisis del suelo y aguas subterráneas: "Basado en las conclusiones del estudio histórico, se elabora un programa de investigación para identificar, localizar y delimitar las fuentes de contaminación. Estas investigaciones se complementan con un análisis que evalúa el impacto de la contaminación. Dependiendo de los resultados, podría ser necesario un diagnóstico complementario para obtener un mayor detalle sobre la contaminación y su distribución espacial. Este diagnóstico puede incluir un estudio de riesgos para la salud, evaluando los niveles aceptables de contaminación residual en el suelo, los gases del suelo y las aguas subterráneas, según los contaminantes detectados y el uso proyectado del sitio, industrial o comercial", explica el especialista.

• Elaboración del plan de gestión de la descontaminación que define las acciones a seguir según el proyecto previsto para el sitio.

• Validación del plan de rehabilitación por parte del propietario del emplazamiento y las autoridades, tomando en cuenta la clasificación del sitio. "Este plan será la base para las acciones detalladas a seguir, como la preparación del sitio, seguridad, desmantelamiento, descontaminación y el seguimiento post-rehabilitación", señala Menadier.

De manera más específica, el ejecutivo se refiere luego a los principales contaminantes que podrían estar presentes en los suelos y/o aguas circundantes a las centrales termoeléctricas a carbón: "Generalmente, la mayor parte de la contaminación se encuentra en los depósitos de cenizas, que deben caracterizarse en función de su contenido total (mg/kg MS) para los siguientes parámetros: hidrocarburos, HAPs, fenoles y metales pesados (antimonio, arsénico, bario, cadmio, cromo total, cromo hexavalente, cobalto, cobre, estaño, manganeso, mercurio, molibdeno, níquel, plomo, selenio, talio, vanadio, zinc), además de metales sin quemar (SiO2, Fe2O3, Al2O3, TiO2, P2O5, CaO, MgO, K2O, Na2O, MnO, SO3)".

Añade que el lixiviado se analiza para detectar sulfatos, cloruros, fluoruros y metales pesados. "Como en cualquier emplazamiento industrial, también existen otras infraestructuras que pueden ser fuentes de contaminación, como los servicios públicos (transformadores eléctricos, almacenamiento subterráneo y/o aéreo de hidrocarburos o productos químicos). El diagnóstico nos permitirá identificar todas las fuentes de contaminación", acota.

Luego Maurice Menadier comenta que el proyecto de saneamiento que defina la empresa es clave para determinar el futuro del sitio a limpiar. Agrega que "los objetivos del saneamiento dependen, en gran medida, de los niveles de concentración residual que se deben alcanzar, lo que permitirá determinar si algunas áreas podrán reutilizarse con fines distintos a su uso original. Como resultado, es posible que algunas zonas se puedan reutilizar, mientras que otras quedarán inutilizadas y neutralizadas. Entre las áreas que podrían recuperarse se encuentran depósitos de cenizas, reservas de carbón u otras zonas previamente contaminadas".

Y en cuanto a las técnicas que se podrían utilizar para descontaminar estos terrenos y evitar la generación de pasivos ambientales, indica que existen diversas opciones, las cuales "podrían incluir la contención, el tratamiento in situ, como la desorción térmica, o el uso de un tratamiento móvil, e incluso la evacuación a un centro de almacenamiento. A menudo, se emplea una combinación de técnicas con el objetivo de lograr un equilibrio controlado entre los costos de descontaminación", concluye.

Artículo publicado en InduAmbiente n° 190 (septiembre-octubre 2024), páginas 14 a 17.