Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

¿OLOR A AZUFRE?

¿OLOR A AZUFRE?

Plantas de celulosa kraft mejoran procesos para mitigar impacto odorífero.



Aunque son eventos aislados y acotados, sobre la producción de celulosa kraft se cierne permanentemente el “fantasma” de los malos olores. Los vecinos de algunas de las nueve fábricas del rubro que operan en Chile lo saben menor que nadie.

En enero de 2015, por citar un caso, la población circundante a la planta Nueva Aldea –en Quillón, Región del Biobío– denunció uno de estos episodios, que fue reconocido por Arauco, una de las dos grandes empresas del sector en Chile. En ese contexto, y por problemas de olores anteriores, existe una Mesa de Trabajo Ambiental en la cual la empresa ha asegurado contar con un plan de gestión que espera arroje resultados positivos en el mediano plazo.

El otro gran actor de esta industria es CMPC, que por ejemplo en Nacimiento, en la misma Región del Biobío, integra una Mesa Técnica Ambiental. Esto, a causa de diferentes episodios de malos olores, originados en la planta que allí opera, que han afectado a la población circundante en los últimos años. La instancia de diálogo la encabeza el municipio local y cuenta con la participación de las comunidades de la zona y de otros estamentos comunales. Entre otros objetivos, busca mejorar los procedimientos operativos, cuando se produzcan eventos de este tipo, en aquellos puntos del proceso industrial que pudiesen estar generando impacto odorífero.

Regulación Propia

Por su potencialidad para generar olores molestos, los gases TRS –“Total Reduced Sulphur” por su sigla en inglés o “Azufre Total Reducido”– están regulados por una norma de emisión desde 1999. Estos son compuestos líquidos y gaseosos organosulfurados que se forman durante la etapa de cocción de la madera en el proceso de producción de celulosa kraft. Corresponden, principalmente, a metil mercaptano, sulfuro de dimetilo, disulfuro de dimetilo y ácido sulfhídrico o sulfuro de hidrógeno.

Los TRS, que conforman a los llamados gases no condensables concentrados (CNCG), tienen la particularidad de ser perceptibles por el olfato humano a muy bajas concentraciones (del orden de partes por millón). Son causantes de olores característicos de la elaboración de celulosa kraft, “los cuales pueden ser molestos en ciertas circunstancias”,  precisa el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto “Modernización Ampliación Planta Arauco”, aprobado por el Servicio de Evaluación Ambiental en febrero de 2014.

Cabe señalar que en estas plantas de celulosa también se generan gases no condensables diluidos (DNCG), que en el caso de Arauco son captados, lavados en scrubbers y quemados en las calderas recuperadoras, según indica el mismo EIA.

Tras 14 años de aplicación, en 2013 entró en vigencia la regulación actualizada para el control de los gases TRS, esta vez bajo el nombre de “Norma de emisión de compuestos TRS, generadores de olor, asociados a la fabricación de pulpa kraft o al sulfato” (D.S. N°37/13). Gracias a la revisión, ahora se exigen niveles más bajos de emisión a las plantas de celulosa, su cumplimiento en base mensual y se incorporaron nuevos equipos a regular.

Así, actualmente los equipos emisores de TRS que están bajo control son las calderas recuperadoras, hornos de cal, estanques disolvedores de licor verde y equipos que combustionen TRS. Entre estos últimos figuran hornos de cal, calderas de poder, incineradores y calderas recuperadoras.

A fines de enero de 2015, la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) publicó en el Diario Oficial el protocolo para regular aspectos técnicos asociados a la validación de los Sistemas de Monitoreo Continuo de Emisiones (CEMS, por sus siglas en inglés), que se exige en el Decreto 37. Su aplicación permite asegurar que los CEMS entreguen resultados confiables, de acuerdo a metodologías establecidas por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (US-EPA). Además, establece los diferentes ensayos que deben aplicarse para validar estas tecnologías instaladas en unidades o fuentes afectas a la norma.

Lea este articulo completo en Revista 135, páginas 12 a 14