Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Patrimonio ferroviario: valor para Antofagasta

Jaime Henríquez
Gerente de Sustentabilidad y Desarrollo Territorial de FCAB



Jaime Henriquez columnista
En la actualidad, el concepto de patrimonio ha evolucionado, pasando de ser una simple colección de vestigios del pasado a convertirse en una herramienta activa de valor social y desarrollo urbano.

En el contexto de la región de Antofagasta, el Ferrocarril de Antofagasta (FCAB) no solo conserva la memoria histórica de la industria del salitre y del cobre, sino que también se erige como un motor para revitalizar y reimaginar el uso actual de estos recursos patrimoniales, que corresponden a un testimonio palpable de su pasado industrial y social. Las estaciones de trenes, sus locomotoras históricas y edificios emblemáticos no son meros objetos de exhibición; hoy, son parte de la identidad regional y el reflejo de un legado que ha dado forma a la región desde sus inicios.

En el ferrocarril hemos demostrado que el patrimonio no debe ser solo una reliquia del pasado, sino una plataforma de desarrollo para el presente y el futuro. Es por esta razón que trabajamos una estrategia patrimonial, cuyo enfoque es participativo y colaborativo, que se alinea con necesidades sociales y uso del espacio urbano, involucrando a todos los actores de la comunidad. Creemos que esta forma de valorizarlo es la más adecuada para evitar que se transformen en un pasivo urbano.

Este enfoque no es nuevo: ha sido exitosamente utilizado en París, Barcelona, Bilbao, Buenos Aires y Ciudad de México, dentro de muchas otras ciudades que han integrado dentro de un proceso dinámico, participativo y colaborativo estos recursos en la vida cotidiana de una ciudad. Mirada que nosotros como país somos temerosos de tomar, resaltando más ejemplos fallidos que exitosos, con poca colaboración pública-privada, donde el patrimonio se transforma en un gravamen para su dueño y, finalmente, en una carga muy difícil de administrar.

El desafío es grande, ya que conciliar la conservación con las necesidades urbanas es un tópico fundamental y de difícil solución. Debemos evitar que el resguardo de un espacio por su valor patrimonial se transforme en una inmovilización futura del lugar o en un inmueble decadente y ruinoso.

No queremos ser vistos como una colección de edificios y objetos históricos, sino como un testimonio vivo y actual del desarrollo económico y social de la región. Queremos que se nos recuerde como una empresa que conserva, pero que a la vez enriquece la vida comunitaria y fomenta el desarrollo urbano. Esto, a través de una gestión participativa y colaborativa, gracias a la cual podremos asegurar que este legado no solo se preserve, sino que también se integre y revitalice, sirviendo como un recurso activo para el presente y el futuro de la ciudad.

Es nuestra meta continuar esta labor, asegurando que el legado del ferrocarril siga siendo un motor de desarrollo en el norte de Chile. Para eso, debemos cambiar de enfoque, y tal como señala Lloren Prats, considerar que el patrimonio cultural sólo adquiere valor en la medida en que la sociedad le otorgue su significancia, legitimándolo a través de su uso y, de esta forma, transformarlo en referente simbólico integrado en un territorio.

Columna publicada en InduAmbiente n° 189 (julio-agosto 2024), página 63.