Frecuentemente cuando en una organización se escucha la palabra auditoría se suele pensar que algo negativo se avecina. Más aún, si se percibe la figura del auditor como un personaje que probablemente pondrá en más de algún aprieto o situación complicada a aquellos con los que deba interactuar en el marco de estos procedimientos. Pero lejos de eso, las auditorías permiten abstraerse del proceso y visualizar los sistemas desde una perspectiva distinta, con los consiguientes importantes beneficios.
Así ocurre, por ejemplo, con las auditorías energéticas. Diego Lizana, director ejecutivo de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética (AChEE), señala: “El objetivo general de estas auditorías es identificar el potencial de reducción de uso de energía de los edificios, procesos e instalaciones productivas, analizando de forma exhaustiva sus sistemas, equipos, dependencias, forma de utilización y mantenimiento. A partir de ello, propone soluciones de mejora en materia de ahorro y eficiencia energética, así como la incorporación de nuevas energías viables desde el punto de vista técnico y económico”.
Según el personero, para lograr dicho objetivo es necesario ejecutar un trabajo intensivo en cada instalación, identificar las principales características del consumo de energía a través de una exhaustiva recopilación de información, desarrollar un detallado inventario energético, optimizar la facturación de energía eléctrica y de combustibles, analizar la situación energética de la instalación para elaborar una línea de base de consumos, y proponer las medidas más adecuadas para reducir el consumo.
“Una auditoría energética bien planteada debería ayudar a toda empresa a reducir los consumos y costos energéticos, optimizar el uso de las instalaciones, mitigar el impacto ambiental y el volumen de emisiones de CO2, conocer la situación general y los puntos críticos de las instalaciones, disponer de un plan de implementación de medidas de ahorro de energía considerando también la incorporación de energías renovables. Y en general, mejorar la competitividad, convirtiendo a las empresas en referentes del uso eficiente de la energía y sostenibilidad, dentro del sector donde se desenvuelven”, complementa Diego Lizana.
Añade que el gran desafío es lograr que los altos ejecutivos y tomadores de decisiones de las empresas internalicen estos beneficios e incorporen esta temática dentro de las variables claves a la hora de invertir.
Avances y Desafíos
En estos últimos 5 años, la Agencia Chilena de Eficiencia Energética ha realizado más de 70 auditorías energéticas en el país, considerando un total de más de 120 proyectos que dentro de su alcance incluyen el diagnóstico y medidas de mejora del consumo de energía al interior de las empresas. Ello le ha permitido caracterizar el consumo energético de diversos sectores productivos, identificando las principales medidas de eficiencia energética y determinando los potenciales de ahorro en diferentes actividades industriales.
Juan Pablo Payero, jefe de línea de desarrollo de Industria y Minería de la Agencia, destaca que del total de proyectos analizados en el marco del proyecto Smart Energy Concepts, desarrollado en conjunto con la Cámara Chileno Alemana, se ha podido identificar dentro del sector agroalimentario que el porcentaje promedio del consumo de energía se configura como un 33% de energía eléctrica, versus un 67% de energía térmica. Los principales sistemas consumidores de energía son la generación de vapor, el bombeo, el uso de hornos, de compresores y la generación de frío. Todo lo anterior, con potenciales de reducción de energía que van desde 3% al 40%, dependiendo del equipamiento que se intervenga.
Lea este artículo completo en la edición 137 de InduAmbiente, páginas 78-79.