En enero de 2012, un joven trabajador perdió la vida al dentro de un frigorífico debido a una fatal fuga de amoniaco al interior de la empresa frutícola Los Nobles, en la Región de O'Higgins. Este lamentable hecho puso de manifiesto la relevancia de implementar protocolos de seguridad apropiados para éste y otros compuestos que genéricamente se denominan corrosivos.
La NCh 382 define a esta clase de elemento como una “sustancia que, por su acción química, causa lesiones graves a los tejidos vivos con que entra en contacto o que, si se produce un escape, puede causar daños de consideración a otras mercancías o a los medios de transportes, o incluso destruirlos”.
Básicamente, existen dos tipos de corrosivos: los ácidos y las bases (alcalinas), aunque la mayoría posee ambas naturalezas. Entre los ácidos se encuentran el clorhídrico, sulfúrico, nítrico y acético. En tanto, las bases más utilizadas son el hidróxido de potasio (potasa cáustica) e hidróxido de sodio (soda cáustica).
Según explica Michael Cisternas, Director de Innovación & Investigación de Mutual de Seguridad, las mayores probabilidades de exposición se generan durante el procesamiento, almacenamiento, transporte y uso de los corrosivos. “Por lo tanto, en esas instancias es donde se pueden producir impactos sobre la salud y la seguridad de los trabajadores, debido a la mera exposición o contacto o, incluso, por incendios y explosiones”, señala.
En la Salud
Los efectos en la salud son diversos. De acuerdo a Cisternas, dependerán del compuesto en sí, el tiempo de exposición y el canal de acceso. “Estas sustancias pueden ingresar al organismo a través de distintas vías: inhalatoria, dérmica, digestiva y parenteral (como la intravenosa, subcutánea o intramuscular). Si las cantidades son suficientes para alcanzar una determinada dosis o exposición que provoque efectos sobre la salud, los impactos se manifiestan de forma aguda, diferida o crónica”, sostiene.
El experto agrega que, cuando los trabajadores sufren un accidente o enfermedad ocupacional por corrosivos, las consecuencias son variadas. Desde irritaciones de la piel, daños a los ojos y al tracto respiratorio; dermatitis, quemaduras de diferentes categorías y en diversas partes y órganos del cuerpo, e intoxicaciones y problemas respiratorios.
Respecto de estos últimos, Exequiel Maldonado, Subgerente de Seguridad y Medio Ambiente de Oxiquim, comenta: “Respirar vapores corrosivos o sus partículas, irrita y quema la capa interna de la nariz, garganta, tráquea y pulmones. En casos graves, esto resulta en edema pulmonar, una acumulación de fluido en los pulmones que podría ser fatal”.
El ingeniero agrega que, al entrar en contacto con la piel, los químicos pueden irritarla severamente e incluso quemarla y provocar el surgimiento de ampollas. “Las quemaduras corrosivas severas en una gran proporción del cuerpo también representan una causa potencial de muerte”, advierte.
Por otro lado, Maldonado indica que, ante la ingesta de corrosivos, se quema la parte interna sensible de la boca, garganta, esófago y estómago. “En eventos no fatales, se logra una cicatrización severa de la garganta, lo que puede resultar en la pérdida de la habilidad para tragar”, precisa.
Lea el artículo completo en Revista InduAmbiente N° 135, págs. 76-79.